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Dinapiera Di Donato
Dinapiera Di Donato

Los cooperantes, los turistas, la paranoia

En la zona de su madre anuncian el Plan Cárnico Final contra La Guerra Mediática Imperialista fraguadora de la mentira de la necesidad de ayuda humanitaria. La poeta libanesa de Japón difunde en las redes que el deber de un artista auténtico es prestar su voz a los que no tienen voz, los verdaderos poetas deben volverse traductores sin esperar nada a cambio. Acaba de asistir a una cena en honor del gran Rafael Cadenas y tendrá el privilegio de verter uno de sus textos a varias lenguas. No entendió mucho porque no tiene mucha cabeza ahorita, pero todo lo que pedía era un dólar, o un like.

En la plática de los domingos la madre reporta al vocero regional que clama: Déjanos en paz, Trump, deja a los DREAMers en paz. El Timonel II de la Paz se ocupará personalmente de lo que es prácticamente (¿?) el problema alimentario, estos planes van a fortalecer la Venezuela Bella que preserve la vida del planeta para que no haya muros. Alguien sin identificar llamó a las jubiladas diciéndoles que expusieran sus necesidades personalmente, les pregunta por la salud, por los hijos, que si necesitan cabillas o cemento, les recomienda que asistan a la mejor hora que es cuando dan las carnes.

Una despistada creyendo que era la ayuda humanitaria fue y le tocó un animal con una sonrisa rarísima. Bien hecho, dicen las otras. Quien la manda a creerse mejor informada. Por atea, además. No va a las misas ni al culto ni a la meditación, que es donde se enteran mejor.

La poeta libanesa de Japón pone en Facebook: el poeta Zurita conoce el corazón auténtico de la izquierda. Alguien le deja el comentario: Raúl Zurita coño’e tu madre.

La madre ríe cuando el Gran Timonel II agradece la explicación de su vicepresidenta según la cual la comida donada por el enemigo es un arma biológica, porque La Derecha tiene el plan de enfermar al pueblo. Gracias, combatiente, siempre hablando la verdad y obrando, dijo. Dijo obrando y la señora recuerda a la maestra de primer grado a finales de los cuarenta: niños, pidan permiso para ir a obrar, no se dice cagar.

En la zona de la madre ven pasear una caravana de turistas por la empresa donde ella trabajó hasta su jubilación. Ya no hay nada para venderles. La mata de lechosa cuajó dos enormes, aparecen mereyes. Pero sin azúcar ni papelón no pudo hacer las conservas que le encargaron. La colega la tranquiliza, no se trata de visitantes ordinarios. Son de los que no gastan en nada. Gente del gobierno invasor haciendo turismo para conocer la zona. La madre recuerda cómo en los años cuarenta contaban de una señora que acabó con más de una docena de gente mala que robaba diamantes. Nunca se dieron cuenta de que ella fue alterando el queso de telita y el casabe chorreado sin que quedara rastro en el sistema. La señora se murió de vieja con su secreto. Regaña a la madre para que no le cuente de esas cosas por teléfono. Le dijo además que una de las jubiladas descubrió quién era el preso que controlaba toda la red telefónica y las atormentaba ofreciéndoles de todo. Le cambia la conversación porque ahora la madre empieza a hablar de Américo de Grazia. Las canas le han prestado, luce tan elegante como Guaidó, pero en viejo; ahora mismo el diputado va a empezar a

Le corta la llamada. Por si acaso, por si acaso.


Photo Credits: Dinapiera Di Donato

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