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Photo Credits: Timothy Martin ©

Los Cisnes de Leicestershire o mejor dicho los Cisnes de la Reina

El tiempo pasa ocioso y apacible en las primeras tardes de la primavera. Con los días el sol cobra vigor pero ráfagas de brisa invernal aun causan revuelo en las calles atravesando los abrigos, haciendo temblar los huesos, despeinando a los transeúntes y revolcando periódicos en las esquinas.

A pesar del frío helado nos gusta caminar. Así que salimos del apartamento ubicado en King Street; edificio número 35, una antigua hilandera de algodón construida durante la Primera Revolución Industrial.

Llevamos un paquetito anaranjado en las manos y nos dirigimos al canal de Soar el cual bordea la Universidad de Leicester. El camino repleto de edificios de ladrillos remodelados y restaurados que fueron todos fábricas. Ahora son apartamentos, oficinas, tiendas, academias, templos etc.. Tratamos de descifrar los rótulos de las entradas, que además de estar escritos en inglés están escritos en hindi, árabe, turco, punjabi, tamil y otros. El aroma de las mágicas especias de la comida típica india se cuela por las ventanas y atraviesa la ciudad. Nos vamos acercando al campus universitario que está tan vivo con los estudiantes deambulando ocupadísimos, riendo algunos, charlando otros, caminado a prisa, cargando bultos de libros, de repente pasa uno en bicicleta apenas rozándonos con la velocidad. En una esquina unos hombres con banderas rojas venden un periódico que se llama The Socialist Worker gritan algo como We have the right to …! (tenemos el derecho a…) pero por lo gutural de sus voces se pierde el mensaje. Entre los grupos de estudiantes hay pakistaníes, indios, africanos, ingleses, conviviendo juntos, todos muy educados pero como se dice No Revueltos, se ven los grupitos y las parejas o de ingleses, o de africanos, o punjabis, y muy raro ver a un grupo mixto.

Después de atravesar el campus de edificios siempre de ladrillos fusionados con ventanas neo-árabes o con ornamentos propios de la arquitectura del país de Ghandi; llegamos al fin al canal de Soar que se alimenta de las aguas del Támesis y se une a otros canales de otras ciudades formando The Grand Union Canal. Una flotilla de cisnes arrogantes nos ve llegar y se empiezan a acercar, saben a lo que venimos y lo que traemos en el paquetito anaranjado: ¡pan!. Por sus diminutas bolitas negras que se suponen ojos veo que nos dicen ¡Esperamos que esta vez traigan del que nos gusta! En realidad teníamos en mente alimentar los patos pero estaban muy lejos esa tarde. No sabíamos en aquellos días que no debíamos alimentar anátidas con pan. Muy de pronto se acercaron también las palomas que trataban de agarrar los pedazos de pan antes de que cayeran al agua. Unas aves extrañas de color negro y cresta blanca con cuerpo de pato pero más pequeñas y cabeza de gallina, se acercaban también para pelearse las migajas con los feroces cisnes que graznaban amenazantes como gatos de la calle y dándose fuertes picotazos entre sí. Las criaturas blancas de fama celestial, parecían estar llenas de furia, y todas y una por una pertenecen a la vasta y obscena heredad de la reina. La reina de la Gran Bretaña, es dueña de todos los cisnes ¿qué les parece?. Se nos acabó el pan nos pusimos detrás de una baranda, cuando vimos a uno de los cisnes elevarse, movió sus alas frenéticamente y dio un graznido que sonó como dando una orden a los demás y efectivamente empezaron a dirigirse todos al unísono hacia al otro lado donde se acercaba otra pareja con una gran bolsa de pan. Regresamos por el mismo camino, hipnotizados por la especias, con el pelo alborotado y tomados de la mano. Ya en casa pusimos un viejo disco de Boingo y empezamos a preparar la cena.


Photo Credits: Timothy Martin ©

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