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daniel campos
Photo by:  Pete ©

Locos por el Bosque

Tres caminantes subimos a las verdes montañas de Coronado con el corazón apacible del amanecer. Transitamos por una trocha más allá de Monserrat y llegamos a Locos por el Bosque, una reserva biológica engarzada entre las montañas selváticas del Parque Nacional Braulio Carrillo y el macizo del Volcán Irazú en Costa Rica

Nos adentramos en el corazón del bosque nuboso tempranito en la mañana. Ambulamos por senderos empinados y resbalosos, apoyándonos en lianas, ramas y bejucos cuando se ponía peliaguda la caminata. Nos deleitamos al contemplar árboles gigantes cubiertos de musgos, líquenes y plantas epífitas en sus ramas altas. Observamos helechos prehistóricos. Escuchamos el dulce canto de pájaros que no podíamos ver. Desde un punto alto, miramos una catarata del río Cajón caer a un cañón excavado por el agua entre dos montañas. Y descendimos a la ribera en un punto en que las aguas del río caían por dos cascadas sucesivas hasta una poza, para continuar luego su descenso de la montaña hacia la vertiente caribe.

Nos detuvimos por largo rato frente a esa poza de aguas teñidas de amarillo y ocre por los minerales volcánicos. Xinia extendió sus brazos hacia el frente y abrió las palmas de sus manos para recibir la energía del río, de los minerales, de la roca de la montaña y del bosque. Coralia hizo lo mismo. Luego lo hice yo. Lado a lado, tres seres recibimos una revigorizante carga de Vida.

Gracias a ella encaramos el ascenso empinadísimo y salimos de la reserva agradecidos con Natura Naturans: roca, tierra, bosque, agua, viento, montaña, volcán y tres corazones palpitantes.


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