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paola maita
Can't imagine shooting with that bent barrel. These hand painted metal figures were given to me as a kid by a family friend (I cannot remember who). But I was never allowed to play with them, they sat in a box wrapped in tissue.

Lo que no nos contaron cuando éramos niños (Parte I)

Cuando somos pequeños, nos suelen contar historias y cantar canciones para entretenernos. Esta es una de las maneras en las que desarrollamos la imaginación y nos vamos insertando social y culturalmente en el mundo que nos rodea.

Las repetimos tantas veces, que es muy fácil trasmitirlas sin que nos detengamos ni un minuto a pensar en el contenido de lo que estamos diciendo o cantando. A veces toma un poco de análisis ocioso para que nos demos cuenta de la idea que late debajo de una melodía o de un relato.

Por alguna razón, en la oficina donde trabajo comenzamos a compartir canciones infantiles. De todas de las que me podrían haber salido, la primera de la que me acordé fue la de Arroz con leche.

Arroz con leche / me quiero casar / con una viudita / de la capital.

Que sepa coser, / que sepa bordar, / que ponga la mesa en su santo lugar.

Contigo sí, / contigo no, / contigo viudita / me casaré yo.

El resto de mis compañeros, españoles casi todos, me miraron un poco espantados. “¿Qué acabas de cantar?”, me preguntó alguno. “Arroz con leche. ¿Eso no lo cantan aquí?”, le respondí.

Comenzamos a conversar sobre la letra de la canción. Me tomó 31 años y una conversación con un grupo de personas ajenas a mi cultura el darme cuenta que arroz con leche, una de las canciones más preciadas de mi infancia, tiene un alto contenido retrógrado y machista.

Para nadie es un secreto que en la cultura latina, el matrimonio representa un hito social importante, sobre todo en la vida de las mujeres. Arroz con leche representa sin mucho disimulo las cualidades que han sido históricamente esperadas en las mujeres: que sea una ama de casa perfecta que sepa cuál es “su lugar”.

La influencia de la cultura, bien sea de una con una distribución formal, como el cine y la música, o informal como el folklore, va moldeando nuestra idiosincrasia sin que podamos evitarlo.

A lo largo de mi vida, he conocido a muchas mujeres, algunas en mi entorno cercano, que podrían casi perfectamente encarnar la letra de esta canción. Esa es la parte que me preocupa, que quienes nos hemos tragado el “arroz con leche” por tanto tiempo hayamos llegado a considerar normales otras cosas, como que a una mujer le regalen en su cumpleaños algo para la casa, que generalmente seamos las encargadas de llevar el hogar sin importar si se trabaja fuera o no, o que se pretenda que tengamos casi innata la capacidad de atender a otros.


Photo Credits: Alan Levine ©

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