La verdadera legibilidad siempre es póstuma, dice el mejor Piglia, el de sus diarios. Lo que somos y seremos, será mejor interpretado en el futuro. Las calles, las modas, los usos, la vida cotidiana, las muertes, la forma del centro, las costumbres, serán analizadas de forma más clarividente en el futuro. El destino (si es que existe tal cosa inenarrable) es póstumo. Todo lo que digamos en el presente es vano o está sometido a las inclemencias o al veneno del tiempo. Todo se corroe. Y también las opiniones.
Esperemos que el futuro, para quien el 2017 será pura historia, sea clemente con nuestro presente. Solo nos queda la espera: un optimismo sin esperanza.
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