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Sergio Marentes
viceversa magazine

Lo más importante de lo menos importante

Sin importar que para la mitad del planeta exista una semana mayor, con dos días festivos además, el mundo sigue funcionando como sea que este lo haga, y aunque sea para mal, como casi siempre cuando estamos distraídos.

Me refiero a que mientras en casi todo el mundo se celebraban infinidad de ritos a lo largo de la semana, se escribieron como mínimo unos doscientos mil poemas malos, otros cien mil cuentos sin opción en el futuro y, por supuesto, algunas cincuenta mil novelas fáciles de leer y sin muchas tripas que mostrar. Estos son datos no oficiales, así que el porcentaje de error está cerca del noventa por ciento. Eso de primero, que no es lo más grave, por no hablar antes de los libros que ni se tocaron en las bibliotecas, que pasaron varios días sin rozar el viento con los números primos de sus páginas, esos que se quedaron con la palabra en la boca, con los crespos hechos, vestidos y alborotados. Pero no sólo puedo hablar de los libros que se escribieron y de los que no se leyeron, ni más faltaba, es mi deber hacerlo de los que sí se leyeron, esos que alardean de ser los más vendidos, los mejores, los más nuevos y, cómo no decirlo, los más costosos casi siempre. Aunque de estos sólo diré que, con suerte, los leeré cuando tengan más de cinco años de edad, que es la edad que le doy a un libro para declararlo nacido, o mejor dicho, para declararlo adulto y, por lo tanto, responsable de sus actos. Y más allá de la literatura, porque hay todo un abismo hasta donde estamos contemplando el paisaje los que nos la pasamos leyendo, sucedieron más cosas que merecen mención en estas pocas palabras que sólo leerá usted. Por ejemplo, el presidente de todas las potencias, recibió instrucciones precisas para poder acabar con el mundo saliendo impune y al alza en la bolsa de New York, así como uno de sus enemigos más fieles, en una prueba infalible de hombría, exhibió todo su poderío militar en un desfile al que nadie fue invitado y más bien sí obligado a asistir bajo amenaza de muerte. O, por qué no mencionarlo, los dos poetas ateos que murieron de muerte natural, retando al mundo de la ciencia, y que sí le ayudaban al mundo con su silencio entre libros. Por otra parte, los lanzamientos musicales que cada vez son menos buenos, como quienes los defienden a muerte, o las intervenciones públicas de los presidentes que no se prepararon para serlo, que se ganaron la lotería sin comprarla, además de las manifestaciones lúcidas de los pueblos que están en contra de los mismos. Y, hasta aquí termina uno llegando siempre hoy en día, las catervas de usuarios de redes sociales que adoran linchar desde la comodidad del anonimato, y que se desmayan al ver una gota de su propia sangre. Todo eso por no mencionar tanto que sucedió en el mundo, ni que las conversiones al cristianismo no pasaron de cero y que, por el contrario, el número de deserción aumentó más que el del año pasado, como cada nuevo año. Pero para hablar de esto necesitaríamos toda una vida de silencio, así que lo dejamos hasta aquí.

Este prólogo sin sentido para decir una sola cosa: siempre está sucediendo algo más importante que lo que nos dicen que es lo más importante. Perdonen la oficiosidad de un hombre postrado ante el altar de la palabra, su palabra.


Photo Credits: Hernán Piñera

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