Ha llovido fuerte sobre San José esta madrugada. Mi jardín huele a rosas y tierra húmeda.
Escucho el ruido del caucho de las llantas corriendo sobre el asfalto mojado, atrás del muro. Por
momentos se asemeja al rumor del mar por la noche en Playa Uvita. Percibo en mi memoria
aquel canto nocturno. Hace pocos días lo escuché solitario bajo luz de Luna. El Pacífico le hacía
serenata a su amada de rostro níveo y cuerpo fresco en el firmamento. Ella lo besaba con su luz.
Mi corazón se estremece con el recuerdo.
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