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Photo by: Mike Goad ©

Llegó el 2022 entre miedos y esperanzas

Cruzamos un Nuevo Año. El 2022, al igual que el anterior, llega con un gran protagonista: la Covid-19 con sus infinitas variantes. La vida política, económica, social de las naciones del mundo entero depende de las consecuencias que acarrea una enfermedad que pareciera haber llegado para nunca más dejarnos. La vida misma de cada uno de nosotros depende de la capacidad de la ciencia de detener los efectos mortales del virus.

Aun así, este año tenemos razones válidas para mirar hacia el futuro con mayor optimismo. Los datos demuestran que las vacunas están salvando vidas y logran disminuir notablemente los efectos más graves de la pandemia. Eso, unido a un crecimiento de la economía de los países desarrollados que empezó a dispararse en los últimos meses de 2021 y promete seguir en 2022, ofrece esperanzas frente a otra gran preocupación: la recesión económica y el desempleo. En la medida en que la crisis afloje sus garras en los países desarrollados, también las economías de los países más débiles empezarán a mejorar.

Ese crecimiento que en Europa encuentra su motor en una política de ayuda económica comunitaria capaz de dar un respiro a las crisis de los distintos países, en Estados Unidos dependerá de la aprobación, también en el Senado, del proyecto impulsado por Biden: el Build Back Better, uno de los planes de inversión más grandes de la historia del país. 

El Presidente Biden ha empezado su año con gran energía. Al transcurrir el primer aniversario del vergonzoso asalto al Capitolio realizado por secuaces de Trump, el Jefe de Estado dirigió un discurso al país condenando fuertemente acciones que ponen en peligro la democracia y las instituciones. Utilizó palabras duras a sabiendas de los desgarres peligrosos que dejó esa acción en un país dividido y en el cual una gran parte de los republicanos sigue pensando que el verdadero ganador de las pasadas elecciones fue Donald Trump.

A nivel internacional preocupa el viraje dictatorial, cada vez más explícito, de Putin en una Rusia siempre más agresiva a nivel interno con cualquier disidencia, y a nivel externo con los países cercanos como Ucrania. Las imágenes de la llegada de las tropas rusas en Kazakistan recuerdan el ingreso de los tanques soviéticos que Breznev envió en Praga para sofocar la primavera de Dubcek. Los militares soviéticos fueron enviados para defender a un dictador que ordenó disparar a matar sobre la población inerme que manifestaba para protestar contra el alza de los precios de la energía. 

En América Latina Putin está dando un sostén e impulso a los gobiernos populistas y autocráticos como son los de Nicaragua y Venezuela. A pesar de la lejanía geográfica y de la debilidad real de esa ayuda, la preocupación es que sirva de aliciente para otros gobernantes dispuestos a arrasar con todo vestigio democrático. La historia indica que el autoritarismo en todos sus matices es el gran peligro que amenaza nuestra región. 

Actualmente Latinoamérica y los países del Caribe enfrentan varios retos, aunque la realidad de cada país sea distinta. 

Chile, tras haber derrotado a los nostálgicos de Pinochet y evitado un regreso a los horrores del pasado, con la elección de Gabriel Boric y la elaboración y sucesiva votación de una nueva Constitución,  está empezando a caminar por una senda muy delicada. Su futuro dependerá de la capacidad del nuevo Presidente de encontrar un compromiso entre los diferentes sectores del país.

Brasil y Colombia vuelven a las urnas para elegir al Jefe de Estado. De esas elecciones depende no solamente el futuro de las respectivas sociedades sino el de toda la región. 

Uno de los problemas más graves que no atañe solamente a nuestra región sino a todo el mundo es la destrucción indiscriminada de la Amazonia. Si Brasil está arrasando con miles y miles de hectáreas causando la muerte de los pueblos originarios, no es menor la responsabilidad de otros países como Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y en particular Venezuela. En esta nación el gobierno está permitiendo, desde hace años, la destrucción del medioambiente, de los pueblos indígenas, y sobre todo de las fuentes de agua. 

La única manera de contrarrestar los males de los gobiernos es difundiendo el conocimiento y creando conciencia dentro de las sociedades. Los populismos se alimentan de la antipolítica que aleja a las personas de las instituciones democráticas en busca de soluciones inmediatas, sin importar las consecuencias.

Muchas dictaduras llegaron y llegan al gobierno con los votos. Los escogemos en las urnas y los dejamos operar con nuestra indiferencia. 

Es necesario un viraje, entender que se necesita más y mejor política. Hay que exigir a los políticos conductas éticas y preparación, pero no hay que caer en la trampa mortal de la antipolítica, madre de todo populismo incompetente y violento.

Imposible saber ahora las consecuencias que tendrán en las sociedades los efectos de la pandemia. Ojalá pudiéramos superarla entendiendo que somos parte de un único gran engranaje y que todos somos importantes a la hora de transformar nuestras sociedades en lugares seguros, pacíficos, inclusivos y solidarios.

Un ejemplo muy positivo viene de los jóvenes quienes, en los últimos años, están en primera fila denunciando y luchando para un presente y un futuro mejores. Cada día son más jóvenes, a veces casi niños. Saben que que si se unen y persiguen unos mismos ideales pueden abatir fronteras. Es un ejemplo que deberíamos admirar y seguir los adultos.

Ninguna conquista, ningún paso adelante fue fácil para la humanidad. No lo serán tampoco los próximos. Sin embargo, no hay nada peor que la parálisis.

Más información, más conciencia social, más responsabilidad. Es lo que nos auguramos para el Nuevo Año que acaba de empezar.

En ViceVersa Magazine seguiremos con nuestro propósito de difundir el pensamiento, promover el debate y destacar la fuerza de la creatividad.  

¡FELIZ AÑO a todos!


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