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Letras Fugaces

 

Culpa

Soy una sanguijuela
Absorbí la sangre de mi abuela y de mi madre
Soy el cuervo ingrato
La náusea, la rabieta
El odio mismo y la tristeza
Una espiral que sangra
Una mujer sin torso ni cabeza
Solo piernas y vagina
Que sangra y que camina.

Palabras Alentadoras

Prometedores augurios sobre mi brillante futuro se deslizan vertiginosamente por
los toboganes de mis oídos hacia y por las cuencas verticales y tuberías que soy,
brincan por el nudo en mi garganta de las palabras no dichas, y caen por el hueco
oscuro e insondable, vértigo, siento el vacío en el pecho, sonrío y doy las gracias
amablemente.

Conversación existencial con mi abuela

– ¿Y si uno se la pasa limpiando a qué horas vive?
– Vive ahí, limpiando.

Evaporación

A ser evaporada
Recibiendo sin tregua los rayos del sol
Espero…
Soy el agua derramada en tiempo de sequía
Laguna que escapó del vaso de cristal resquebrajado.
Un charquito de agua inútil en el suelo
Un charquito dorado por la luz, que contrasta con el gris del concreto.
Espero…. sin esperanza,
Ascender al cielo,
dolorosamente seca, invisible, leve…
Solo por cumplir el ciclo que obligada tengo…
y luego, llover de nuevo.
Estando servida en el vaso
Pensé que recorrería tu cuerpo
Ingresaría por tu boca
Humedecería tus labios
Me deslizaría por tu lengua, como manantial refrescante en tus entrañas,
Menguaría tu aridez
Daría vida a una semilla enterrada en ti
Que se convertiría en flor amarilla
Esa semilla que una vez vi brillar a través de tus ojos, estando oculta en la tierra
más negra,
cuando incluso yo, aún era agua que recorría oscuras e intricadas tuberías. Elevado, avanzabas sin mirar el suelo bajo el que afirman su seguro caminar
todos los mortales, me mirabas y te veías, yo te miraba y me veía,
y tropezaste contra una piedra de ese suelo que reclamaba tu atención,
de tus manos dulces se resbaló el vaso de cristal que me contenía lista para
derramarme en tus raíces de fuego, y el preciado grial que me protegía se quebró
contra la piedra
La ley de la gravedad, fáctica, razonablemente hizo su parte
admitiste lucidamente ese hecho.
Sin embargo te cortaste los dedos al recoger los cuchillos de cristal en que se
habían convertido ese cáliz, ese dolor también fue un hecho fáctico, y aunque el
agua no se corta, también padecí al convertirme en sangre de tu sangre.
Yo, última gota de existencia, hervida por el incandescente sol
Volátil, desaparezco.
La piedra en tu bolsillo halló su refugio.

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