Como muchos filósofos racionalistas, Leibniz tiene excesiva confianza en la razón. Si un filósofo tiene confianza en la razón es evidente que el problema no está en la razón sino en la actitud de confianza. Tanto para el que confía en la razón como para aquel que tiene esperanza en lo no racional el principal obstáculo es el sentimiento de confianza.
El problema es, entonces, el apego a las emociones.