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Laura Ruiz Montes
Laura Ruiz Montes

Laura Ruiz Montes. Diapositivas. Transparencies

Gracias a la magnífica traducción de Margaret Randall, los lectores de habla inglesa tienen acceso a Diapositivas Transparencies el más reciente poemario bilingüe de una de las voces más valiosas de la poesía cubana contemporánea: Laura Ruiz Montes. Poeta, editora y traductora, su amplia obra no está exenta de galardones: en 2008 y 2010 recibe sendos Premios Nacionales de la Crítica Literaria, en 2013 le otorgan la Distinción por la Cultura Cubana y en 2014 el Sello de Laureado por el conjunto de su obra, ambos concedidos por el Ministerio de Cultura. El propio cuaderno Diapositivas, recibió en 2016 el Premio Julián del Casal de Poesía concedido por la UNEAC.

La cuidada edición consta de un excelente prólogo en español e inglés donde Margaret Randall presenta de forma sucinta y a la vez muy clara, la poesía de Laura Ruiz Montes. Tras dicha introducción, sigue el poemario que se divide en dos secciones parcialmente independientes: “Cotidiano / Everyday”, con dieciocho poemas, y con once, “Pliegues en el tiempo” / “Pleats in Time”. En la mayoría de los textos Ruiz Montes proyecta, desde una perspectiva testimonial, su reacción frente a diferentes momentos, personas, lugares y objetos de la vida en la Isla.

En “Cifras”, por ejemplo, protagonizado por el agua de colonia 1800 –que los hermanos Crusellas producen en La Habana a partir de 1863–, reaparece la abuela con su pañuelo y se señala la fuerza extraordinaria de esa fragancia. La autora inicia el texto desmontando de forma lúdica la “cifra” que le da título y explicando cómo el recuerdo puede transformar una reminiscencia impalpable, relegada a la memoria, en una poderosa realidad:

1800 no es solo un agua de colonia
Tampoco es únicamente una cifra
Sino lo negado a cada una de las costas
y que sin embargo reina
como suele hacerlo lo perdido…

Por otra parte, en “Noche de domingo” Ruiz Montes ofrece en tres estrofas descriptivas y a través de un lenguaje coloquial trenzando con brillantes comparaciones, una cotidianidad donde domina la solidez de lo repetido:

Es momento de recoger la habitación,
doblar la humilde ropa limpia
hacer preparativos
para regresar mañana al trabajo.
Apoyar la plancha sobre la ropa,
como quien alisa recuerdos sobre la piel,
cuidado no quemarla…

El poema cierra con una alusión solapada a uno de los temas que aúna las dos secciones de Diapositivas: las pérdidas, es decir, el vacío que dejan familiares y amigos.

Momento de poner el despertador,
quitar la sobrecama
acostarse y hacerse ovillo
antes de decidir si mirar al techo,
leer o repasar la lista de lo aplazado
……los nombres, las fechas
……de cumpleaños de los ausentes.

Por otra parte, escondido bajo los quehaceres diarios, el paso cíclico del tiempo figura en el emotivo “Cotidiano” que da título a la sección:

Friego la taza donde mi hija desayunó antes de partir.
Concentrada, reviso los restos.
¿Hacia dónde?
¿En qué país?
¿En qué momento?

Pero aún insisto
en mirar el fondo de la taza
que trae de vuelta
mi paladar infantil,
el polvo blanco sobre el uniforme escolar…

Con su tono meditativo, las escenas descritas transcurren de forma natural: se pasa del presente, inmediato y concreto (el café mañanero con la hija), a un pasado (los desayunos de la infancia). Este, anclado en el recuerdo, emerge a través de imágenes gustativas y visuales que condensan fragmentos de la realidad de la mayoría de los cubanos que crecieron en los años setenta. En los versos finales, sin embargo, la reflexión da un giro adicional y lo cotidiano se proyecta hacia el futuro en un inesperado mise en abyme. Fascinado, el lector se percata entonces de que la escena se volverá a repetir en el futuro, pero con un sutil cambio en los protagonistas.

Comprendo, digo
con el terror de imaginarla
dentro de veinte años
delante de la cafetera tiznada,
despidiendo a quien parte
hacia una ciudad de cualquier nombre
preguntándose si toda aquella luz sería cierta.

El tema del tiempo reaparece combinado con el de la identidad personal en “Doméstico”. Ruiz Montes se vale del recurso de la enumeración a fin de visualizar el presente y el pasado como una unidad:

Es tanto lo que guardamos.
Armarios, escaparates, cajones
llenos de papeles.
Recuerdos que pretenden explicar
quiénes somos, quiénes éramos.

La pregunta retórica indirecta ubicada en el centro del poema queda sin respuesta. Como en “Cotidiano”, también este texto se proyecta hacia un futuro donde ese “nosotros” es reemplazado por nuevos protagonistas (“quienes vienen detrás, [necesitan espacio] para guardar lo suyo”), con lo que se deshace la cartografía de papeles enumerada en los versos iniciales que dibujó una identidad.

Por su parte, en el magnífico “Toponimia” el acto de ir a las tiendas se presenta mediante una ingeniosa dilogía quevediana y con un sorprendente verso tridecasílabo donde la autora introduce un término asociado a la contemporaneidad tecnológica:

Encontrar Obispo o Carlos III
hace rato nada tiene que ver
con la religión y la historia.
Se entra y sale de las tiendas
con la misma ansiedad
que se hace zapping frente al televisor.

Como a menudo sucede a lo largo de la colección, el lector se topa en este texto con versos de gran fuerza expresiva. En este caso, justo en el centro poema hallamos a manera de sentencia, el segundo verso de trece sílabas de la composición: “Renunciar no es siempre un verbo voluntario”. La infrecuente estructura métrica –utilizada, entre otros, por Gertrudis Gómez de Avellaneda –, puede producir un efecto de extrañamiento dentro del versolibrismo del poema. Sin embargo, esos versos no resultan acartonados ya que están muy presentes en la cultura popular y constituyen el estribillo de “Adiós muchachos compañeros de mi vida”, uno de los tangos emblemáticos sobre la renuncia.

Un repaso de las transformaciones que se han dado en las cámaras fotográficas lleva a la autora en “Lentes”, a reflexionar sobre el paso del tiempo. Primero se centra en las máquinas: –desde la “camara de fuelle … la cabeza bajo el paño” y “la Kodak que parecía de juguete” … “con sus rollos de 12 o 36” a la sofisticada cámara digital,– y después, en las fotos que estas producen: instantáneas donde parientes y amigos ya no están:

el recuerdo de aquellos
a quienes los años
las sofisticaciones
las carencias
han ido dejando
definitvamente fuera de la foto.

La identidad o imposibilidad de dejar de ser uno mismo aunque se cambie de lengua, aparece en el lúdico “Touché”, donde la poeta juega con un ingenioso calambur:

Digo touchée
y el sonido, traicionero,
me lleva a pensar tu Che:
………¿mi?
guerrillero,
hombre
………-mujer-
nuevos.

Por último, la visión inclusiva de una Cuba unitaria, se constata en el magnífico “A partes iguales” de la segunda parte del cuaderno. El poema abre en clave narrativa:

En días de aquello de nombre tan hermoso:
Período Especial,
Maribel, Maritza, Orestes y yo almorzábamos juntos.
Aunque tocara a menos,
dividíamos a partes iguales
el poco de arroz y los escasos chícharos…

Tras una estrofa central donde elabora los versos anteriores, en los últimos concentra el mensaje:

Hoy Maribel vive en Segovia,
en un pueblo de nombre tan hermoso:
……..Cerezo de arriba,
Maritza está en Toronto,
Orestes es pastor de una iglesia bautista,
y yo, aún almuerzo en el mismo lugar.
Aunque a simple vista no lo parezca,
seguimos dividiendo la patria
en cuatro porciones iguales.

El conmovedor y extenso “Llámame como quieras” cierra con broche de oro esta espléndida colección de poesía. A través de versos aparentemente sencillos de gran profundidad, la autora encadena los temas de la patria, el recuerdo y el desamor. En un discurso monológico con un interlocutor que mira su pasaporte y lo aprieta fuerte “porque te lleva de regreso / a los lugares donde no estoy / y tú dices que me extrañas”, el hablante lírico enumera a lo largo de diez estrofas de creciente intensidad, las circunstancias y experiencias puntuales que definieron una identidad emocional: “Ponme el nombre de tu escuela primaria / o el del rostro en el sello/ de la correspondencia / que siempre está atrasada”, “Llámame como quieras / polimita, / ave nacional, / guardavecino, / piedra de cobre ”, “Llámame como quieras / múdame de provincia” , “Tararéame / cuando no recuerdes bien aquella canción, sustituye las estrofas por mi nombre”, “Llámame como quieras . / Subráyame en tu agenda bilingüe”… El estribillo que varía a partir de la cuarta estrofa se retoma en la última cerrando el poema con una contundencia inesperada:

Llámame como quieras
pero no te atrevas, no lo hagas,
no trates, no intentes, llamarme Patria.
No me des la responsabilidad,
la ilustre carga,
la obligación gloriosa
el gravamen.

Laura Ruiz Montes vuelve a explorar en Diapositivas. Transparencies algunos de los temas recurrentes de ya extensa obra: las pérdidas, los viajes y el paso del tiempo. La lectura de estos poemas engañosamente simples hace evidente la observación inicial de Margaet Randall: la poeta “se niega a permitir que la Cuba conocida desde su infancia desaparezca de su mapa poético”. En una lengua cotidiana, muy precisa y rica en matices, rinde tributo a los que se han quedado, a los que se han marchado, a los objetos de la niñez y la juventud, creando una inmensa diapositiva de las caleidoscópicas realidades de la experiencia cubana.

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