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fabian soberon
Photo by: Alexandru Paraschiv ©

Las sombras se igualan: Virgilio y Estacio en el Purgatorio

En el canto XXI del Purgatorio, Dante y Virgilio se cruzan con el antiguo poeta Estacio. Dante escucha que una sombra se eleva. Aún no sabe quién es pero pronto escucha en la boca del napolitano (nació en Nápoles en 45 d.C.) el nombre propio. Estacio se refiere a sí mismo en tercera persona y dice, con cierto orgullo, que la gente aún lo recuerda, después de tantos años. En los nombres de la ciudad de Tebas y de Aquiles se resumen los nombres de sus obras: Tebaida y Aquileida:

Estacio allí la gente aún me nombra:
canté de Tebas y del gran Aquiles,
pero caí con la segunda carga.

Estacio cuenta el momento en que se inició como poeta. Encontró la chispa de la pasión (“ardor”) en la Eneida, el largo poema de Virgilio. Quiero hacer notar que Estacio habla sin haber reconocido a Virgilio, habla como si la sombra que tiene al frente no fuera Virgilio. Percibo en este detalle una forma maravillosa de encender las emociones en Virgilio, en Dante personaje y en los lectores. Estacio habla honestamente de su carrera como poeta ya famoso, habla con admiración de Virgilio y lo hace sin tapujos. El recurso de Dante refuerza la admiración de Estacio y es, de alguna forma, una manera de reforzar la admiración del propio Dante a través del despojado gesto de Estacio. Sigue Estacio:

De mi ardor la semilla fue la chispa,
que me encendió, de la divina llama
por la que se iluminan más de mil;

de la Eneida estoy hablando, que mamá
me fue y me fue nodriza en la poesía:
sin ella no escribí nada de peso.

Y por haber vivido en el momento
en que vivió Virgilio, un sol daría
más de lo que me falta en el exilio.

En ese instante, Dante quiere desnudar rápidamente la identidad de Virgilio pero el maestro le pide que se calle. Le pide con un gesto que no diga nada. Podemos pensar que Virgilio está un poco avergonzado por la intimidad que acaba de revelar Estacio. Virgilio está ruborizado. Y antes de que Dante diga que está frente a Virgilio, este le pide que calle. Pero como se puede cerrar la boca pero no la voluntad, Dante hace gestos y muecas con el rostro que no puede dominar. A pesar de que se calla y que no emite palabra, se ríe. Ese sonido de la cara lo delata:

…pero la voluntad no puede todo;

pues risa y llanto siguen tan de cerca
al sentimiento del que los dos brotan,
que al querer siguen poco en los sinceros.

Yo hice un ligero guiño de sonrisa;
calló entonces la sombra, y miró
en los ojos que el ánimo reflejan.

Finalmente, Dante habla estimulado por Virgilio. En el siguiente terceto, Dante se refiere a Estacio como “antiguo espíritu” (antico spirto). Con estos términos enfatiza la idea de que Estacio lleva allí mil años y que es tan venerable como Virgilio. Dante aclara:

Tal vez te maravillas,
por la sonrisa mía, antiguo espíritu;
pero crecerá ahora tu sorpresa.

Este que guía mis ojos a lo alto
es Virgilio, aquel del que tomaste
fuerza para cantar de hombres y dioses.

Al final del Canto, Estacio quiere abrazar los pies de Virgilio. Y éste lo detiene y le dice que los dos son sombras. Es decir, los dos poseen la misma dignidad como sombras. En el estado en que se encuentran son iguales.

Ya se inclinaba a abrazarle los pies
a mi maestro, pero él le dijo: “Hermano,
no lo hagas: tú eres sombra y sombra ves”.

En esta escena memorable se puede leer un homenaje a la relación entre discípulo y maestro, o discípulos (en plural) y maestro: allí están Virgilio y sus dos discípulos, Estacio y Dante. Y también se puede leer cómo, a la larga, los tres son igualados, los tres se convierten o se convertirán en sombras similares para los lectores postreros. En el tiempo que les toca vivir sus destinos están signados por la jerarquía: Virgilio ha sido el maestro de ambos. Pero en el tiempo infinito de la posteridad, cuando ya la muerte los haya pisado “con pie equitativo”, el futuro se ocupará de igualarlos. Recordemos lo que dice Virgilio:

Tú eres sombra y ves sombra.

Saludemos a nuestros maestros Virgilio, Estacio y Dante.


Nota: todas las traducciones incluidas son de Claudia Fernández Speier.

Photo by: Alexandru Paraschiv ©

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