Siempre había creído que te extrañaba, pero la verdad es que no. Extraño la emoción de esperarte, la emoción de verte, tus dibujos, el sol reflejado en tu cabello, tu risa, tus metáforas cinematográficas, nuestras conversaciones de tintas y calamares, las sonrisas de medio lado con las que trataba de ocultar que te quería, tus estrías, nuestros susurros después del amor, reunir cosas para decirte, tu forma de jugar conmigo, lo pequeña que me sentía, tus chistes, el nido donde habitaban mis ilusiones… Pero sobre todo, morir de ganas por un amor con delirios de atardecer.
Estoy segura. No te extraño a ti, sino a las partes de ti.