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miguel angel teposteco
Photo Credits: nik gaffney ©

Las culpas de una civilización

Ambos salieron huyendo hacia la abrasiva noche y hacia los árboles con raíces profundas que hay en ese parque que ya casi nadie visita.

Los dos tenían la cara rosada por el frío y se besaban con calor y fuego, abrazados por una luz que solo ellos podían ver y que les crecía en el pecho.

Nadie preguntó qué estaban haciendo allí y por qué llevaron sus cuerpos hasta una de las esquinas donde el pasto estaba húmedo y cubierto de insectos pequeños, de esos que se suben en la piel.

A él le dolieron los dientes y a ella le picó un aguijón en una parte de la pierna que era tan larga que la criaturita se perdió. Él tenía un pecho con dos pezones de un color tan oscuro que ella no sabía qué estaba besando: un cuartel de guerra donde existe placer o un pedazo de piedra enterrada en uno de esos lugares mágicos donde los minerales hablan con los muertos.

«Conversan».

En ese momento se estaban besando tan fuerte y tan vulgarmente que no se percataron de los metales de los barandales que se estaban saliendo del perímetro del parque y empezaban a envolverlos en un cuadrilátero donde las superficies frías seducen la carne humana sin causar placer ni dolor.

Los neones blancos y breves, apenas unas líneas, podían verse en la escuela que estaba atrás. Áreas y áreas y áreas estaban listas para ver cómo esos dos cuerpos se deshacían. Y los cuerpos estaban ahí para llevar su amor a la tierra, porque sin la aprobación de la tierra nada es sagrado y nada vale congraciar.

Los hierros cayeron, algunas escaleras subterráneas dejaron libre su paso y los cuerpos sudorosos pudieron avanzar entre uno o dos pisos de materiales hechos por los seres humanos y otros tantos que parecían demasiado relacionados con aquello que llamamos «inframundo».

Ambos, helados, caminaron con los pies descalzos y pidieron que lo que sea que persigue a los seres humanos los dejara en paz. Porque lo que persigue a todos los persigue a dos, y los dos no están listos para las responsabilidades que tiene que asumir toda una civilización. Por las creencias vivas y muertas que los dos van a dejar escritas en sus pieles.


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