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Mario Blanco
Photo Credits: Hilary Dotson ©

El ladrón del ómnibus

-Mami, mami, tía Tania me ha invitado a ir con ella  para  ver  a su madrina en Centro Habana-.

-Pero Tita si no te has bañado aun, y falta una hora para la comida-.

-Ay mami déjame ir,  tú sabes que ella me cuida y solo vamos a estar allá un ratico, enseguida regresamos-.

-Bueno ven para darte un bañito de palomita y ponerte una ropa limpia-.

Minutos más tarde Tania toca a la puerta. La Tita está lista y Alina le pide  a Tania que la cuide mucho.

-Si hija, tu sabes que la Tita es como mi hija pequeña-.

Alborozada va nuestra Tita, Adriana, con su llamada Tía Tania, una vecina del edifico donde vivíamos. Llegan a la parada y enseguida la Tita señala, “mira viene la guagua, corre tía”.

-Ay Tita, esa guagua va muy llena mi amor-

-No importa tía a lo mejor la próxima se demora mucho-.

Suben ambas a la guagua casi como sardinas en lata, y logran situarse en medio del vehículo para sentirse más seguras,  y quizás optar por un asiento, si alguien llegara a bajar. La Tía Tania empieza a conversar con otra pasajera, mientras sostiene a la Tita de la muñeca. Ella ésta extasiada con el viaje, mirando el paisaje que se aleja. Al lado de la Tita se sitúa un moreno  alto y de aspecto desagradable, quien observa todo a su alrededor. Tania prosigue su conversación con la compañera de viaje, y de vez en cuando echa una mirada a la Tita, quien está ensimismada en su mundo de imágenes. En determinado momento la Tita voltea hacia su tía,  y ve como una mano de hombre está abriendo muy despacio su cartera y buscando en su interior. La Tita eleva su cabecita y observa la cara amenazante del moreno, quien, con la otra mano, le hace un gesto de silencio, cruzando con un dedo ensortijado una enorme boca en la cual brilla un diente de oro. La niña  baja la cabeza  y siente que el corazón quiere salírsele de su pequeño tórax. Tras unos breves minutos su tía le dice, “vamos Tita que ya llegamos”. Descienden del autobús y comienzan una breve travesía hasta la casa de la madrina de Tania. De repente la tía observa que su cartera está abierta y que le falta el monedero. Grita: “ay me carterearon, ay, me robaron mi dinero”.

Se sientan en un banco del parque. Tania controla bien su cartera y nota que le falta solo el monedero, pero que todavía tiene los documentos. En ese momento la Tita con el corazoncito casi en sus manos le relata a su tía, que ella vio cuando el hombre metía la mano en su cartera. La tía le reclama con su forma de gaguear auténtica: -Coño Tita y por qué no me dijiste nada?-

Tía me dio terror,  pues el hombre se puso el dedo en la boca señalándome que no dijera nada  y yo tuve mucho miedo así que giré la cabeza para no ver lo que hacía-.

-Ay mi niña no te preocupes, que miedo debes haber pasado, no te preocupes, solo se llevó unos pesitos, no ha pasado nada-.

Llegaron  a casa de la madrina. La Tita narró lo acontecido y le juró que iba a estudiar para ser abogada, y así poder castigar a esos hombres malos que roban en las guaguas. Tita cumplió su promesa, hoy es abogada, trabaja para uno de los gabinetes mas reconocidos de Montreal y aspira a ser juez de sala.


Photo Credits: Hilary Dotson ©

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