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Ladama Project
Ladama Project

Ladama Project

Fue Marlysse –mi amiga pianista, salsera y bolerista, de origen chileno– quien me llevó a escuchar en vivo por primera vez a Ladama Project. Siempre se lo agradeceré.

Aquel sábado de marzo, hace tres años, me invitó a una fiesta en 267 Wyckoff, una casa brooklynense con escenario para conciertos tipo underground. Dijo que habría dos bandas buenísimas pa’ bailar. Me apunté de inmediato. Pa’ allá nos fuimos.

Cuando llegamos la música en vivo aún no comenzaba. Eso nos dio tiempo de buscar gente para conversar. Hicimos ronda en la pista de baile frente al escenario, ubicada en una cochera que, a juzgar por las paredes de ladrillo expuesto y la puerta clausurada de doble hoja, debió ser un establo hace mucho tiempo.

Nos encontramos con Bryan, un guitarrista de origen colombiano, Dominique, una flautista enamorada de la música brasileña, y Miriam, una chanteuse québécoise de voz cálida y aguda. Mi amiga había traído vino blanco fresco, natural de Georgia, la república asiática que ella acostumbraba visitar por sus proyectos musicales. El vino era un poco ácido. A mí me supo delicioso. Los cinco lo disfrutamos con una rica tertulia. En eso empezó el primer concierto.

–Vamos al frente –dijo Miriam.

Allá nos fuimos y desde el principio el cuarteto Ladama Project nos puso a bailar. Tocaban música colombiana, venezolana y brasileña con arreglos originales, además de sus propias piezas. Poco a poco se fueron presentando: Daniela Serna, percusionista bogotana, en el tambor alegre y las maracas; Mafer Bandola, venezolana de Barquisimeto, en la bandola llanera, un instrumento de cuatro cuerdas propio de los llanos de su país; Sara Lucas, vocalista y guitarrista brooklynense; y Lara Klaus, baterista y panderetista brasileña de Recife.

Interpretaron “Pajarillo”, pieza venezolana que avivó mi cariño por mis amigos de la diáspora. Cuando tocaron un ritmo pernambucano, coco, que yo no conocía, unas garotas recifenses lideraron el baile y me di cuenta que la hermana de Lara estaba en la audiencia con un grupo de amigos. Los saludé y seguimos todos bailando. Ladama cerró con su original “Cumbia brasilera”, pegajosa fusión de ritmos colombianos y brasileños. Daniela, la percusionista, aprovechó para enseñarnos cómo bailar cumbia tradicional colombiana y ya todo el mundo, gringo, latino y de otros lares, se apuntó al movimiento. Terminamos el baile animadísimos y sonriendo.

Abordé a la gente pernambucana para conversar. Recife es uno de los amores de mi vida y tenía que decírselo. Y cómo siempre me sucede con los brasileños, me acogieron y nos entendimos de maravilla. Naira, la hermana de Lara, me presentó a su novio, Aristóteles. Y vaya doble sorpresa que me llevé: aparte del nombre, tiene maestría en filosofía y es amigo de mi amigo Torcuato, otro filósofo, en Recife. ¡Un amigo de mi amigo recifense, en una fiesta en Brooklyn, y nos encontramos! Pero qué linda es la Vida y qué acogedor es el mundo cuando eso sucede. Conversamos animadísimos.

En eso conocí a Lara y ella me presentó a Daniela y Daniela a Mafer. ¿O al revés? No me acuerdo, pero una conversación me llevó a otra. Daniela tocaba en varias bandas. La Perla era su principal proyecto en Colombia y Ladama Project internacionalmente. Ya había estado en Costa Rica, en el Festival Internacional de las Artes, con La Perla. Le gustaron los ticos porque «son tranquilos». María Fernanda, o Mafer Bandola, estaba comprometida con el rescate artístico de la bandola y de la música llanera en la cual se toca el instrumento. Además, percibí que es aguerrida, pues se dedica a un instrumento y un género de dominio masculino. Lara es una maga del pandeiro y de la bateria.

En eso estábamos cuando empezó a tocar el segundo grupo. Eran Los Cumpleaños, un grupazo que toca música cubana, del son a la salsa. Regresamos a lo nuestro: bailar. Dominique y Miriam continuaban apuntadísimas y se nos unió Mafer. Daniela tocó con los cumpleaños y Lara bailaba con Naira y sus amigos. Pero todo el mundo, en realidad, disfrutaba junto. Hasta Marlysse, usualmente tímida, se desinhibió. Creo que bailamos casi dos horas. Pero no nos sentamos ni una pieza.

Cuando terminó el baile, Dominique, Miriam y Marlysse se despidieron. Antes de irme, ya de madrugada, todavía conversé un poquito más con Mafer sobre música venezolana y quedamos de seguir la conversación. De Daniela me despedí rapidito. A Lara no la vi. A Sara, la vocalista, no la conocí aquella noche. No sabía que después me la encontraría de casualidad en la piscina del YMCA en Park Slope, donde ambos acostumbrábamos nadar, e iniciaríamos también nuestra amistad.

Desde entonces, Ladama Project ha crecido gracias a su talento, esfuerzo, creatividad e inteligencia. Lanzó su primer álbum, ha hecho numerosas giras por América y Europa, dio un concierto Tiny Desk en NPR, impartió varias charlas TED y pronto lanzará su segundo álbum. Presiento que va hacia un Grammy en el futuro.

Aquella madrugada regresé caminando tranquilo a casa. Hacía frío invernal. Pero iba bien abrigado y alegre. Se me hizo corto el trayecto de casi una hora. Me apasionó caminar por la ciudad vacía, disfrutando aún la música de aquella fiesta. Llegué a dormir feliz.


Photo by: Sea Robin Studios ©

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