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paola maita
Photo Credits: lillie kate ©

La vida para tres (Parte III)

Una vida para tres…

Han pasado un par de semanas desde que mantuve una inusual conversación sobre el poliamor y la diversidad sexual con mi esposo y dos amigas más en una terraza de Barcelona.

Sigo pensando en la sentencia que leí la semana anterior y mi duda sobre si el poliamor llegará a ser una realidad social común, al menos en mi tiempo de vida. Lógicamente, sigo sin tener una respuesta. Aun así, he de admitir que la idea me parece extrañamente fascinante.

Si ya el mero hecho de plantearme una situación tan peculiar es complicado, sobra decir que tomar una decisión en un par de días me es impensable.

Las decisiones que rompen las convenciones sociales son de las más complicadas. Pasamos buena parte de nuestros primeros años aprendiendo cómo encajar con el grupo que nos rodea, y cuando no lo hacemos, sentimos frustración. Además de un tema de poder ser parte del grupo, la dificultad del poliamor es que toca una de las instituciones sociales más clásica: la pareja.

Hasta cierto punto, el mundo pareciese estar diseñado para que decidamos emparejarnos y pasar hasta el famoso “hasta que la muerte los separe” con alguien más.

Por otra parte, aquellos que han decidido no compartir su vida con alguien más, corren el riesgo de ser mirados como parias. A veces nos gusta engañarnos pensando que ya esto no existe, pero basta con observar a alguien crónicamente soltero y de cierta edad interactuar con la sociedad para entender que esto no es tan parte del pasado como quisiéramos pensar.

Si quedarse solo/a puede ser complicado… ¿Qué queda para los que han decidido pasar su vida como un grupo y no como un dúo?


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