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paola maita
Photo Credits: Alexandru Paraschiv ©

La vida para tres (Parte I)

En muchos de los mejores momentos que he vivido, he estado acompañada de dos personas más. No me refiero a dos en específico, sino al número.

Mi crianza fue llevada por dos mujeres: mi mamá y mi nana. Mientras estudié en el colegio y en la universidad, mis grupos de amigos cercanos éramos tres. Podría pensar que mi grupo ideal es algo así como una trinidad.

También podría pensar que no más que una mera coincidencia, si no fuese por el hecho que una de las cosas más aterradoras que me planteé al momento de casarme fue que en una pareja no hay una trinidad posible. Al menos no en teoría.

El precepto social es que un matrimonio es de y para dos. E incluso, si nos ponemos más estrictos todavía, es solo entre un hombre y una mujer. Para mí, alguien acostumbrada a moverse en grupos de 3, la idea de comprometerme a pasar con alguien el resto de la vida me resultaba poco menos que aterradora.

La noche antes de casarnos, me entró un clásico ataque de pánico en el orden de “¿Y si no somos para siempre?”. S., siendo el ingeniero pragmático que es, me dio la mejor de las respuestas: “Duraremos lo que tengamos que durar, mientras seamos felices”.

Si bien es cierto que eso resolvía la pregunta en su forma, no resolvía el fondo, porque la verdadera duda era “¿Y si en algún momento quiero una vida para tres?”


Photo Credits: Alexandru Paraschiv ©

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