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andres de tovar
Photo by: NICHD ©

La tragedia de Jenny Flynn o la muerte del pensamiento profundo

Algunas cosas son indudablemente mejores cuando son breves. Si un hombre viviendo en la Irlanda de los 1700s, llamémosle John Flynn, decidiera dejar a su esposa e hija para viajar a Norteamérica y perseguir sus sueños de ser un bailarín de Broadway en Nueva York, le habría tomado aproximadamente entre seis y ocho semanas sólo abordar un buque y cruzar el Atlántico. Por contraste en el 2022, solo le tomaría a su tataratataratataratataratatara nieta, llamémosla Jenny Flynn, siete horas en hacer lo mismo por avión; eso es una mejoría de 16700%. Jenny puede ir, intentarlo, fallar y llorar de vuelta a casa hasta los brazos de su madre en la misma cantidad de tiempo que le tomó al viejo Johnny Flynn solo moverse de un lado al otro. Y eso -padre ausente a un lado- es un ejemplo maravilloso del progreso tecnológico.

Hay cientos, miles de ejemplos de maravillas así, en las cuales las distancias, tiempos y procesos se han vuelto tan eficientes que se volvieron virtualmente inexistentes; el correo siendo probablemente uno de los más obvios. En los 1700s transcurrían semanas para que las cartas de la pobre Lilly Flynn se hicieran camino desde Irlanda hasta Nueva York; en el 2022 ese “¿Como pudisteis hacernos esto? Bastardo” se envía y recibe de manera instantánea. De nuevo, progreso.

Todos vamos a morir, así que es razonable que gastemos nuestro dinero en objetos y servicios que mejoren la eficiencia y velocidad de lo procesos que nos rodean, permitiéndonos así, concentrar nuestro tiempo en lo que realmente deseamos; en el caso del viejo Flynn era la danza, quizás en el tuyo es la lectura, las fiestas, comer, dormir. La tecnología nos ha permitido alcanzar más en la vida de lo que jamás hubiésemos soñado como especie, y esos son regalos que recibo con los brazos abiertos. Pero hay un lado oscuro: A medida que nuestras vidas se vuelven más largas, y el tiempo libre incrementa en disponibilidad, nuestra habilidad para envolvernos en pensamiento profundo parece disminuir.

Si tuviese que adivinar diría que el viejo Jonnhy Flynn tuvo mucho tiempo para rumiar sobre lo que realmente quería de la vida mientras araba con fuerza su pequeño sembradío de patatas con vistas al musgoso e infinito paisaje irlandés. Él tenía la oportunidad de pensar con fuerza e intención sobre los riesgos, recompensas y consecuencias de abandonar a la pobre Lilly y a la pequeña Brigett, y aún más, tenía entre seis y ocho semanas extras para seguir pensándolo en su camarote, rodeado de marineros apestosos, acostado en un catre de madera batallando contra el mareo mientras chupaba un gajo de lima para no morir de escorbuto. Consecuentemente, los mensajes de Lilly para él no tenían 280 caracteres de largo ni eran transmitidos de forma inmediata, eran textos largos, profundos y llenos de reflexiones sobre su relación. No era un mensaje de texto. Lo que recibía Jonnhy cada dos semanas, eran, en todo su derecho, ensayos sobre su relación. Ensayos que no fueron suficientes para convencerlo que volviese a Irlanda, aparentemente de verdad tenía muchas ganas de bailar; pero esa exploración, enmarcada por las circunstancias de su tiempo, le permitieron a Lilly aceptar y sobrellevar su abandono de una manera mucho más saludable. Lilly Flynn tuvo tiempo de pensar, plasmar y comunicar.

Hoy en día, por contraste, la decisión de Jenny Flynn de probar su suerte en Broadway probablemente vendría después de ver un anuncio sobre una escuela de baile en Instagram mientras escucha un Podcast sobre el poder de la autosugestión después de ver Tick Tick… Boom de Lin Manuel Miranda con un stream de Twitch muteado de fondo pensando en algo interesante que tuitear practicando un paso de baile de Tik Tok y escuchando Spotify.

Normal que la banda ancha de nuestras mentes se vea sobrecargada y sobre segmentada. Y nuestros cerebros de simio, maravillosos que son, están lejos de adaptarse. Jenny tiene más información que organizar, y menos tiempo para organizarla.

Ok, entiendo, pero se pueden preguntar, ¿por qué debería importarnos esto?

Después de todo, el mundo está mejor ahora que antes, la escolarización ha subido, los suicidios han bajado (en contra de la creencia general) la pobreza extrema se ha reducido, las guerras son cada vez menos comunes y a casi nadie le da escorbuto.
Sí, mi preocupación por este tema puede parecer principalmente romántica en naturaleza; creo que es más difícil para Jenny concebir -y apreciar- contenido de formato largo, lo que es simplemente triste. Pero no termina ahí, porque realmente no sabemos cómo, todo lo previamente mencionado está afectando – y afectará- realmente nuestras mentes; probablemente nuestro cerebro ponga en práctica un poco de neuroplasticidad y se recalibre, disminuyendo consideradamente su habilidad para sumergirse en pensamientos profundos a cambio de una mayor eficiencia en procesos multitarea. ¿Alguna vez han visto algo empecinado una y otra y otra vez hasta que repentinamente cobra sentido? El poema que estabas leyendo se revela ante tu mirada, entiendes cuál es el fallo con la historia que escribes desde hace cinco años, el problema matemático que te tenía golpeando la cabeza contra la pared por dos horas, ahora tiene sentido. Hay un término no oficial para esos momentos conocido como “Vujade”, lo contrario a un Deja Vu, la sensación de ver algo conocido, como si fuese la primera vez. Puede ser que Jenny nunca haya sentido uno, y que quizás nunca lo haga, la pobre.

Y no es culpa de Jenny, ella es una víctima del progreso; en la época de Johnny Flynn, probablemente era una escena normal ver a grupos de personas debatir por horas sobre temas tan superfluos como el uso correcto de los sombreros de galera; Alexander Hamilton escribió 51 ensayos defendiendo la constitución de los Estados Unido, mientras que hoy nos limitamos a una respuesta de 51 caracteres en Twitter y no pensamos más en el asunto, y como resultado, nos encontramos construyendo nuestras vidas y personalidades en sistemas de creencias profundamente carentes de exploración. El pensamiento profundo, en el pasado, posiblemente parecía una masa de agua inaccesible para la mayoría, pero quienes encontraban sus afluentes, mares y lagos, podían zambullirse sin miedo y explorar sus miles de metros de profundidad. Ahora parece que sus aguas se han expandido a lo largo y ancho del territorio, sólo para descubrir que al intentar sumergirnos, el agua -en su mayoría- apenas alcanza nuestras rodillas.

Esa es la tragedia de Jenny Flynn. ¿Podría Jenny encontrar la fuerza para escribir un ensayo de 200 páginas sobre la importancia de la influencia irlandesa en los musicales de Broadway de los 1700s? E, igualmente importante, ¿Por qué lo haría? Cuando todo lo que necesita para ganar validación y sentir esas dulces endorfinas recorrer su cuerpo está a una publicación, en sus redes sociales, de distancia. ¿Por qué intentar generar una opinión original sobre un tema? Cuando la opinión de tantos otros se puede encontrar en el tiempo que tarda teclear sobre una barra de búsquedas. Quizás por eso los libros, películas y canciones son cada vez más y más cortas.

A esta altura se pueden preguntar ¿Hay algo que podamos hacer más allá de mudarnos a una cabaña en el medio de la Irlanda rural? Y la verdad es que no lo sé, yo sin duda soy culpable de ver contenido en YouTube a 1.75x, de tuitear buscando aprobación, de revisar compulsivamente los likes en Instagram, de simplificar mis creencias políticas. Recientemente empecé a escuchar Podcasts solo porque es algo que puedo hacer mientras hago otra cosa, también, en medio de escribir este texto, literalmente le escribí a un grupo de amigos solo para contarles que estaba escribiendo este texto, ¿Por qué? No tengo idea. ¿Me distrajo? Si. Mi punto es que todos somos y/o hemos sido víctimas, verdugos y como mínimo facilitadores. Estar conscientes del problema ayuda, pero no soluciona.
Igualmente encuentro graciosamente trágico e irónico -familias ficticias irlandesas a un lado- el hecho de que viviendo en un momento de la historia en el cual viajar de un continente a otro es 16700% más rápido que 300 años atrás, no parecemos capaces de encontrar el tiempo y la claridad mental, para detenernos y pensar por dos minutos seguidos.
Antes de terminar, quería elaborar un poco sobre la falta de empatía en el mundo moderno, pero seguramente pueden googlearlo y es que acabo de ver un video de unos gatos que se asustan al ver unos pepinos y que no se va a compartir solo, así que bueno, eso.


Aviso: Todos los personajes de este texto son ficcionales y cualquier coincidencia es accidental. Excepto Alexander Hamilton y Lin Manuel Miranda, ellos son reales.


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