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Sergio Marentes

La tercera cara de la moneda

Resultó ser que un escritor muy afamado, durante décadas, le prohibió a la Academia de la lengua de su país, institución que presidía -valga aclarar, aunque sobre en realidad- nominar a algún escritor -al que fuera- al Nobel de Literatura mientras no fuera él mismo, como representante de su país, galardonado y bañado de gloria, cual mesías. No importa su nombre ahora, ni nunca, sino su mezquindad, su vicio y su ceguera, su careta de falso buen escritor y, peor todavía, la de falso buen líder. Por lo que me siento en la obligación de hablarle a quienes empiezan en esto de la literatura, ya sea como lectores o como escritores, si es que alguna vez uno puede decir que deja de empezar en este remolino de las letras que jamás ha dejado de moverse desde que se inventó.

Según el Informe Global sobre la Tuberculosis de la Organización Mundial de la Salud, la enfermedad mata cada año a un millón ochocientas mil personas en el mundo y, no bastándole con eso al monstruo que recién resucita, ya registra más muertes que VIH o la malaria. Dicho esto, y obviando que no le alcanza todavía para igualar a los billones de muertos por envidia al año, envío, a modo de súplica, un mensaje a quienes mencioné anteriormente: si quieren escribir o leer, escriban o lean lo que quieran, nada más o menos que eso, sin esperar que vengan a tocar la puerta los buitres de lo público y, sin remedio, acaben con lo poco que tanto les costó construir en silencio.


Photo Credits: THOR

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