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sergio marentes
Photo Credits: Jason Hargrove ©

La tecnología, nuestro último dios

Según alguien sin nombre, como suelen ser los testimonios científicos de hoy en día, quienes hayan tocado con sus manos algún aparato electrónico en cualquier momento de su vida, es decir, casi toda la humanidad del primer mundo y menos de la mitad del tercero, podrán regresar a cualquier momento de su vida en el que lo hayan hecho, si oprimen el botón rojo del dispositivo que sale a la venta la semana que viene. Yendo por partes, como lo recomiendan desde siempre los manuales e instructivos que no sirven para mucho, vamos por partes. Empecemos con el dispositivo que fue anunciado y del que hablamos ahora. Se trata, pues, de un cubo gris de cuatro centímetros por cuatro centímetros que solo ve alterada una de sus caras tersas con un botón rojo de un centímetro de diámetro y un centímetro de altura. En cuanto a su funcionamiento, nada en el mundo podría ser más sencillo. Si su dueño quiere, por ejemplo, regresar al momento en que encendió su primer teléfono inteligente o cuando inició los primeros segundos regresivos de microondas, lo único que tiene que hacer es pensar en el momento de su elección mientras oprime el botón una vez. Dice en las instrucciones, en letra bastante más grande, que, para regresar al momento inicial, al presente, y que sería el futuro si hablamos técnicamente, habrá que oprimir el botón dos veces mientras se visualiza, como ya lo imaginarán todos, el momento en el que se empezó con el ejercicio de conectarse con la tecnología. Luego de esto, dice el manual, cada quién puede continuar con su vida como si nada, como si todo. Todo esto por la módica suma de un dólar americano. Algo al alcance de la gran mayoría, hay que decirlo, como la muerte.

Habíamos dicho que iríamos por partes, pero no lo haremos. Porque con la primera ya es más que suficiente. Para no ir más lejos, en otros tiempos a esto le habríamos llamado simplemente recordar, y hacerlo hubiera sido gratis, además de natural, pero ahora no tenemos las mismas capacidades que nuestros antepasados y necesitamos de la tecnología, nuestro último dios.


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