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Felipe Fernandez Sachez

De la serie Insectos

 

Libélula

 

I

Las  alas de la libélula reverberan en la luz.

Desde el río suben ponzoñosos hálitos de muertos,  ánimas vagabundas

quieren reposar los pies inexistentes.

Las alas de la libélula titilan con un fotón en la retina del paseante solitario.

Juncos apenas venteados por la brisa,

el murmullo croante de sapos ahítos anhelan apaciguar su siguiente instinto.

El vuelo de la libélula, aerodinámicamente imposible.

 

II

Bellas flores brotan en el estiércol.

El embriagador aroma de los besos causa dolor.

Cada mirada invita.

Agacho los ojos.

Me sonrojo.

Lastimosa presencia.

Gusarapo anodino, que absorbe los restos de un aroma tibio.

Se ajan las hojas de primavera.

Escasos susurros del verbo, cada vez más silenciosos.

Labios tan finos, ojos tan claros.

Se secan las hojas en verano,

sumidas en el estupor flamíneo, la órbita sutil de élitros tristes.

 

III

Inútil la brisa, gastada por fétidos alientos.

Labios finos, voz suave.

El ruido atroz todo lo tapa, todo lo cubre.

Los ojos claros, oscurecidos por las miasmas sutiles de los hálitos tristes.

Cuerdas musicales elevan al éter su aire melindroso.

Canta la prístina voz y el verso se torna tuyo.

Amor siembra con esperanza día, noche, sueños.

El vuelo de la libélula es aerodinámicamente imposible.

 

De la serie Lunas

Impedimentos.

Pájaros trasegando las semillas ayer sembradas.

La luz del amanecer directo a los ojos no me deja ver al astro.

El chiflo de un tren se oye a lo lejos.

En el aire quedan rastros de un avión que pasó.

Un sol abrasador ofende nuestras cabezas.

Unas semillas estallan por la tierra.

Las lagartijas que han tenido bastante por hoy, se guarecen.

Pieles bien embadurnadas protegiéndose de los ultravioletas.

Aquellos niños juegan en su piscina.

La pereza nos llena con su característica parsimonia.

La chicharra repite su sonido hasta el hartazgo.

Un can se pone a ladrar en las peores horas.

 

Las sombras alargadas denotan un Febo decayendo.

El reclamo de un ave imposibilita escuchar, convenientemente, a Bach,

cuando las estrellas empiezan a dejarse ver.

Una mano posada sobre la mía me recuerda que es hora de recogerse.

Esta noche sin luna me veda el verla.

 

Imposibilidad

El viento, la brisa o el deseo de luna

mueven  las ramas de los árboles

en  su querencia por abrazarla,

el movimiento elegante de la danza nocturna,

el intento fútil de llegar a ella,

el agitado trémolo de las plantas

en su intento por rozarla.

Coqueta se aproxima la luna llena

por sentirse cerca de sus admiradores.

No es cierto que la flora busque la luz del sol,

es la luna la que atrae sus anhelos.

 

Se muestra celoso el hombre

del árbol y la luna llena.

Afila el hacha.

Afila el hacha que impedirá esos amores.

Afila el hacha que lo cercenará.

Afila el hacha.

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