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La República del Este: aproximaciones y periferias (VII)

Entre estadounidenses y bolcheviques: un carnaval caribeño

Habría que ver en el estilo maldiciente de escritores como Salvador Garmendia y Adriano González León, ese voluntario afán de imperfección formal, una respuesta a un espíritu lúcido y tecnocrático de la época. Por supuesto, este juicio no se basa en una abstracción; al contrario, esa respuesta a dicho espíritu encarnado en hombres concretos y reales es propiamente política. En el ámbito de la diplomacia, es, por ejemplo, una respuesta a la manera de concebir la forma de hacer política de Henry Kissinger, severamente criticado por sus frías decisiones durante la Guerra de Vietnam, su combate al comunismo durante la Guerra Fría o su implicación en el golpe de estado a Salvador Allende. En el aspecto científico, fuertemente entrelazado al político, es una respuesta a la actitud inescrupulosa de un hombre como John Von Neuman, quien, gracias a su inmensa inteligencia, pudo percibir que la devastación de la bomba atómica lanzada en 1945 sobre Nagasaki sería mucho mayor si detonaba en altitud. Ambos fueron asesores de Richard Nixon.

Para Albert Camus, el criminal objetivo era quien creía ser inocente, y consideraba sus acciones como inofensivas e incluso favorables para el porvenir. En contra de ese espíritu épocal, este grupo de escritores asumen la imperfección formal como un acto de lucidez política, que a su vez entraña una asunción de la mala conciencia en el sentido nietzscheano, es decir, como posibilidad de reconocimiento y exteriorización de la propia violencia y crueldad. Es una visión compartida con grandes autores del momento, como por ejemplo Doris Lessing. Esto puede apreciarse particularmente en el artículo de Rodolfo Izaguirre, “La oculta ferocidad de los baños turcos”, publicado en el 1er número de la revista.

Pero también es una expresión de libertad, una reacción a la exigencia de transparencia de la lengua pedida por Lenin desde 1920. Como ha señalado Régine Robin en su libro Le réalisme socialiste. Une esthétique impossible, el concepto de “realismo socialista” surge del 1er Congreso de Escritores Soviéticos en 1934, generando un tipo de héroe (el hombre nuevo) propio de esa nueva sociedad en construcción y un ideal del lenguaje defendido por Máximo Gorki, en el que debía prevalecer un buen, correcto, claro y transparente decir. Es en respuesta a estas nociones contra las que Fiodor Dostoievsky escribe buena parte de su obra, a partir de la cual Mijaíl Bajtín desarrolla sus teorías sobre lo dialógico, polifónico y carnavalesco en la escritura. Esta escritura, podría decirse, se encuentra formalmente muy cerca de la economía liberal, en el sentido de la desregulación y el nivel de ironía y cinismo del consumo, propio de la lógica barroca y ecléctica del sistema democrático (ya señalada, y celebrada, por Baudrillard). Y, por eso mismo, se acerca a todo el ambiente fundamentalmente libertario de la contracultura estadounidense, como hemos visto.

De modo que podemos considerar la escritura de González León, Garmendia, Ovalles, Calzadilla, Pérez Perdomo, Massiani, entre otros, una expresión de inconformidad con los dos espectros político-ideológicos diametralmente opuestos durante la Guerra Fría. Un carnaval caribeño propio del venezolano, por cuanto en él convergen rastros identitarios europeos y locales, refractados en múltiples voces y formas.

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