La pacificación de la izquierda (o la integración del disenso)
El origen de la República del Este coincide con la legalización de los partidos de izquierda, el fin de las guerrillas (momento capturado por la ficción literaria de Carlos Noguera en su novela Historias de la calle Lincoln) y la institucionalización o, si se prefiere, incorporación al aparato de Estado, de estos movimientos y sus militantes. Es la nostalgia y elemento provocador en la última etapa de la obra poética de Víctor Valera Mora. Al respecto escribió Earle Herrera lo ya citado en mi artículo “70 poemas burgueses o elogio del consumo”.
Rafael Arráiz Lucca, en palabras sintéticas y críticas, resumió estos años de la siguiente manera: “Esta generación, como pocas, comprendió el compromiso creador como indisociable del compromiso político. Buena parte de sus integrantes pagaron con la cárcel sus posiciones en tiempos de Pérez Jiménez. Mientras se padecía esta dictadura el enemigo era común. Las diferencias surgieron luego. Por un lado se pronunciaban por la instalación de un régimen democrático, y, por el otro, quienes optaban por una salida revolucionaria y se alistaban en la lucha armada. El resultado final de estos últimos es por todos conocido: una legítima inclinación hacia la democracia, en unos y, en otros, el disfrute de las canonjías que este sistema ofrece, para fundar repúblicas o disfrutar de las delicias de la bohemia. Así, nuestros subvertidores del orden pasaron en pocos años de la guerrilla al bar o las oficinas cercanas a Miraflores”.
