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sergio marentes
Photo Credits: enlaciudadsubterranea ©

La raíz de lo que no vemos

Según el estudio científico que leo, y que tardó cerca de diez años en realizarse, las personas con más alto índice de lectura de ficción tienen más y mejores herramientas para conseguir sueños más fieles a la realidad. Para empezar, pareciera contrario a lo que uno se espera, pues de la literatura deberían venir las excentricidades más grandes que alimenten a los sueños, pero no, según ellos la literatura hace que los sueños se enraícen con más fuerza sobre la realidad y que cada vez sean más fieles a esta, como una especie de repetición o de reflejo. Ahora bien, si esto fuera cierto, todo lo que soñaron los grandes maestros de la literatura de todas las épocas no hubiera sido lo que plasmaron en sus sueños sino todo lo contrario, o, mejor dicho, hubiera sido al contrario, hubieran soñado lo que escribieron. Tendré que leer el estudio nuevamente al terminarlo, como si se tratara de un libro excelente, de esos que no nos dejan en paz al terminarlos y nos obligan a, al menos, leerlo otra vez mentalmente si no tenemos el tiempo suficiente para hacerlo físicamente. Pero antes de terminar de leerlo, eso sí, no dudo que los realizadores o patrocinadores del estudio no son otros que los dueños de las grandes plataformas televisivas y de la industria del cine. Porque a quién más le iba a importar leer un libro de quinientas páginas para luego soñarlo en alta definición si lo pueden encontrar en una pantalla y tardar apenas unos noventa minutos. Es por eso que los lectores tenemos que leer la ciencia, el cine y el arte en general, creo. No siempre lo que dicen es nuestra verdad, no siempre lo que dicen es lo que nosotros leemos.

Lo mejor es que gracias a este estudio científico, que contaba con más de ciento cincuenta páginas de cuerpo y alma, descubrí que los científicos no leen demasiada ficción, o que no leen la mejor ficción, que es la que nos hace soñar las cosas más inauditas, y así poder escapar de ella misma, y de la realidad que es peor que las dos juntas, o mezcladas, o mal revueltas.


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