Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

La rabia, Pt.  II (o El bravo pueblo)

La Rabia (parte I)


CARACAS: Una noche en calma. Ojalá una noche en calma. Sin noticias de emigrantes futuros y aviones cuya única función es partir. Sin noticias de charlatanerías esbozadas por adolescentes y adultos sumidos en desesperación. Sin noticias de crímenes impunes, de personas que pierden su condición humana para ser un número que jamás será tomado en cuenta.

Sin noticias como esta:

Leo en todas mis redes sociales que, hace unas horas, un hombre ha sido herido a causa de un tiroteo efectuado en las inmediaciones del Centro Comercial Paseo El Hatillo. Supuestamente la cosa fue por un robo frustrado, cosa que no sorprende a nadie. Lo llamativo, en cualquier caso, de lo sucedido es, pues, el lugar donde sucedió. No es el municipio El Hatillo uno donde este tipo de acciones se dan rutinariamente (el crimen reservado para los oligarcas de la zona es el secuestro). Así, ha sido predecible que los habitantes de la zona hayan reaccionado difundiendo su indignación y sus miedos por Twitter. En la Venezuela contemporánea, 140 caracteres parecen ser lo único que se atreve a deambular por las calles sin miedo.

Conociendo la polarización radical que se vive en el país, no me sorprendería que saliese un grupo de críticos de la cotidianidad a opinar que es una bobada lo que acaba de ocurrir. Que gritar y exigirle al mundo por un herido de bala en un sector adinerado de la ciudad apenas expresa egoísmo; que no indignarse, en cambio, por las miles de personas que viven en sectores populares es un acto de hipocresía. Como si alterarse por un evento a toda vista espantoso, raras veces perpetrado donde uno vive, es absurdo, ilógico. La verdad irrefutable es que rico o pobre, indiferente o indignado, un hombre es un hombre. Y todo agravio inmerecido a su figura ha de ser condenado.

Dentro de todo este meollo, solo cabe preguntarse por qué: ¿Por qué nadie se empeña en saber quién cometió el delito o qué ocurrirá con el acometido? ¿Por qué las respuestas inmediatas al hecho sólo consisten en acusaciones –al país, al azar, a los políticos? ¿Acaso la rabia se ha vuelto tan nuestra que sólo podemos expresarnos desde sus reductos? ¿Acaso el pueblo es bravo porque no sabe ser manso?

Y mientras dejo estas incógnitas a manera de reflexión –o de retórica, para el más desprevenido–, tiemblo al pensar que me indigna más mi calmada asimilación de la tragedia que la tragedia misma.

Hey you,
¿nos brindas un café?