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fabian soberon
Photo Credits: Ryan Moomey ©

La pecera

El esposo de mi vecina es alto y flaco. Tiene un lunar arriba de la boca y no fuma. Suele caminar despacio. Tiene conocimiento de muchos oficios. Un día se rompió el caño de la cocina y vino a arreglarlo. Sabe poner ruedas en las bicicletas y arregló el equipo de internet. Se llama Marlon y no le gusta el cine. Una vez le pregunté cuál película me recomendaba. Me dijo que no iba al cine desde que tenía cinco años. Su padre seguro que fue cinéfilo. Ya sabemos que los hijos no se parecen a los padres.

Ayer vino Marlon y tocó la puerta. Yo no estaba en el departamento. Lo atendió mi esposa. Ella no estaba en condiciones de hacerlo pasar. Le abrió la puerta y le preguntó por la rendija. Marlon se sorprendió. Fue un poco brusco. Sin preámbulos, le pidió que le cuidara el pez. Le entregó una pecera chica con un bicho pequeño. Es negro y rojo. Tiene unas alitas raras. Como todo pez, no habla. Mi esposa le recibió la pecera y se metió de nuevo. Cerró la puerta, sorprendida. Cuando llegué me contó la historia. Lo que más le preocupa es que el pez se muera.

Marlon se fue por el fin de semana. Es probable que esté en Vermont o en Woodstock. Le gusta la música. En el living he visto un piano. Escuché que su hijo mayor lo golpea por las mañanas. Marlon suele tocar suavemente. Desde aquí se oyen algunos acordes y unas melodías extrañas. No es jazz ni rock. Creo que Marlon experimenta. Tal vez es un músico de vanguardia y yo lo subestimo.

Ahora estoy solo. Y miro la pecera. Parece una pileta diminuta con un ser alelado. Hay una pequeña planta de plástico. El pez está quieto. Está como si durmiera. No sé si los peces duermen. Espero que esté bien.

Marlon vuelve el lunes. Buscará su pecera. Y preguntará por su pez. ¿Qué relación tiene el pez con la música experimental?


Photo Credits: Ryan Moomey ©

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