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Dinapiera Di Donato
viceversa new york

Y cubre la acera una nube blanca/la nube maldita de la represión

Para Gerardo Febres

Yo tengo tantas muertes, que estoy viva…
…Y cargo con mis muertos como dama…
Lizbeth Román
(De un concierto en vivo. New York, 2017)

Se lanza una alerta mundial, vía celulares, atentos para el escrache en cuanto detecten al abusador.

Pero no me entero de mucho. No porque no crea en la aparición de algún boliburgués revolucionario corrupto por Loisaida al que de todos modos no le gritaría ladrón mientras me llama terrorista, ni nos escupiríamos mutuamente el helado de los patrocinadores ni media empanada entre empujones de guardaespaldas, sino porque arranca a cantar una muchacha que se enjuga la garganta con puro soul antes de convocar con líneas propias y ritmos de todos una reunión de fantasmas enamorados con guitarras. La acompaña la corte de los que han cantado A Change Gonna Come desde los sesenta, como si ella hubiera nacido y se hubiera ido por el río muchas veces y reencarnara para señalarnos con su timbre desgarrado la soledad, detrás de la capa de Midas latino de New York que nos hemos puesto para complacer a los representantes políticos del festival. Vamos desnudos debajo de la del justiciero que ya no nos quitamos en la guerra propia.

Cómo salir de las tumbas culturales y poner un poco de sangre, la cantautora me dispara no quiero ir con un monstruo sentado a mi derecha en un avión. Se le hacen hoyitos chispeantes de juguetona, pero tiene un fondo de ojos velados que la delatan. No me vengas con tu guasa, guasa. No exhibe voz, no alardea de duende, no seduce ella sino la música que va con ella. Todo parece un gran teatro, menos ella y sus músicos. En el festival, bandera en mano o en la gorra o en el tatuaje; tequeño, taco, arepa, mofongo, pupusa o mangú en las bocas; caderas desbaratadas en estudiado trance; tabaco, borsalino, investigaciones culturales y foto de ancestro en las pancartas: listos para el día comunitario de barriada legendaria. Pero algo no me deja ni gozar ni sufrir en paz. Nos hemos desempolvado la fidelidad a los orígenes, los collares más o menos rituales, renovado el rojo de la herida colonial y estando en ello una voz que no vive aquí nos desatornilla del acto cultural y nos pone directo en la calle de la ciudad revuelta que realmente tenemos y se agradece.

Sin proponérselo, la cantautora, en realidad, no se parece a nadie. Es como un Carrao de Palmarito si la música llanera pudiera cantarse susurrada, con la aspereza de Joplin, o los nasales de La Lupe. Algo único. Suelta sus letras como zancudos roncos que pican mi idea fija por el fallo de la revolución donde lucimos demasiado afectados por el capitalismo pulsional. Desde hace un tiempo, por andar con dinosaurios vivo el fósil de algún sueño, y el tuqui-tuqui-tuqui en la cabeza. Aquel runrún de que sometidos una y otra vez al modelo de vida pulsional los clanes enemigos harán todo por no cruzarse en vacaciones ni en negocios. Pero terminarán juntos. El viaje iniciático al Cenote Sagrado de la rivera maya o por el camino de Santiago en bicicleta, puede ser emprendido indistintamente por buceadores y por conscientes de sectores enfrentados en su propio país, pero que lejos de la patria buscan soluciones para la paz y el buen gobierno al intentar sincerarse espiritualmente en su tiempo libre. Hay que pisar anónimamente los sitios de los iniciados más antiguos del planeta. Tuqui-tuqui-tuqui, tuqui-tuqui-tuqui en la cabeza. No deberían tampoco distinguirse en las noches asiáticas o ginebrinas, gran-sabaneras o margariteñas, o en la jornada nacional de la guerra por la comida. Así, ni comisionistas, ni contrabandistas, ni inversionistas se enteran de quién realmente les está comprando comida chatarra o de calidad, kits anti motines o material de guerra defectuoso por coltán, oro de alto tenor, petróleo, diamantes, niños, gasolina, complejos urbanísticos y turísticos a futuro. No puedo maaaaahhh.

Maldita la nube, de la re… primida democracia, sigue cantando la muchacha, y aunque el tema es popular ella luce cada vez más… como elitesca, que es a lo que tiende lo original, que cuando lo es te derrite en lo suyo pero no se revuelve contigo. Le empiezan a hacer un cerco los espontáneos desbordantes del contoneo latino solidario políticamente correcto (supuesto fuego algo soso tipo ensayo de practicantes de arte-terapia sin dirección). Casi que la empujan y un perrito faldero se le enreda en los cables de la guitarra. Su dueño no se inmuta porque se está viendo bailar a sí mismo, fascinado, entre los rosales del verano. Y ella, tan ella que no necesita guindarse un gato vivo en cada oreja, dictar cátedras sobre el pene, ni quitarse un seno para captar la atención, canta su poema de alguien que llega de rodillas al café… Cada cual a sus zapatos cada cual a su sillón… Que a lo que baje la marea aquí se ahoga cualquiera y es que nos va tomando una  radiografía del mundo que sigue sin nosotros.

Por las pantallas del móvil vemos violinistas que caen de la orquesta de las protestas pacíficas o violentas. Da lo mismo. Total, tanto como si sacas la furia vengadora como si te pones a bailar himnos, igual te matan, imposible saber quién dispara para hacerle escrache en cuanto lo reconozcamos más tarde o más temprano, en la cola de los pañales para sus nenes o en la de las súplicas por alguna medicina. Que no, me corrigen, es a los altos cuadros a quienes hay que confrontar. Y a su familia, y a sus amigos y a sus guardaespaldas y cocineros, sí, y a los escritores que publicaron en las editoriales del estado, y a los médicos que operaron en los hospitales del estado, y a los músicos subsidiados y a los maestros de las escuelas del estado y a los funcionarios públicos y a los que aceptaron becas del estado y a los estudiantes que estudiaron en las escuelas del gobierno dictatorial y ah,  pero no. Solamente a los corruptos. Maquinalmente empiezo a escudriñar las caras a mi alrededor, las de los que parecen festivaleros en un día de asueto con sus uniformes de proletarios latinos urbanos, en las de los que fingen de parroquianos un poco más tarde en la pasticceria Veniero’s, en las de los que salen del baño turco. ¿Y si resulta que sí y caminan a mi lado bien camuflados algunos dueños de mi país estudiando el comportamiento de la masa latina en el seno del imperio? ¿Y no andará algún diplomático de Cultura del consulado totalitario que quiera comprar a la artista con una grabación, una gira, tal vez otra carátula porque la suya, por fortuna,  no pasa el examen de la belleza nacional totalitaria? Que se atreva a acercársele, lo voy a denunciar, lo fotografiaré in fraganti y a mí, mientras escracho. Me envían una galería de rostros, que debo reconocer, alerta, pero no me voy a ilusionar, no lograré el atractivo sexual de la vieja heroica, posiblemente los corruptos andarán en escenas de las Rivieras virales del momento en las que no podría pasearme y por tanto me quedo sin cumplir hoy mi deseo de servir para algo.

Maldita

            la nube

                      de la

                             represión.


Photo Credits: upslon

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