Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

La novela que gesta la historia (Parte IV) 

La realidad y la letra 

Una de las maneras de explorar las fuentes ciertas de la realidad, esa mezcla hipotética de solidas resistencias, fantasías, ensueños y deseos es reencontrar la sorpresa, el chiste o el desatino iluminador al estilo de Macedonio. Sucedía ese espléndido fogonazo con aquella mesa de disección y la máquina de coser, pero un surrealismo por prescripción no ofrecería el mismo resultado. La poesía tiene una extraña capacidad para encenderlo, y suscitar un preñado silencio cuando se apaga, pero por su misma delicadeza no puede llevar sus faroles a la vida pública. En cambio, hay encuentros extraños, escondidos o fugados a los lugares más imprevistos de un relato, con salidas y un rodeo para entrar de nuevo. 

Stephen Crane, demasiado joven para participar de la guerra civil norteamericana, escribió «La roja estrella del coraje», la crónica del frente más fiel para los genuinos veteranos. Stephen Crane constituyó esa memoria colectiva desde la letra de su imaginación.  Al revés, Lewis Wallace peleó airosamente con las tropas de la Unión, terminó como oficial laureado, y luego gobernador de Arizona, pero no relató sus fatigosas campañas. Desde su vasta experiencia bélica escribió una enmarañada y popular novela de aventura histórica para adolescentes, «Ben Hur». El libro ilustra un derrumbe civilizatorio fácil de comparar con aquel sur llevado por el viento, y le canta honor a la derrota, pero en la antigüedad. En el caso anterior la literatura selló la memoria de la Guerra de Secesión, en este la guerra gestó una literatura histórica, pero sobre otra antigüedad que escondía el pasado del presente. Todas las direcciones se cruzan, no solamente la vida debería desembocar en novela, como planteaba un romántico, sino que la novela nos exige culminar en la vida. La novela imaginaria que Freud detectó en los neuróticos, ese fantasma fundamental, venia apropiándonos desde muy lejos, en grandes tamaños y muy hondo. La postverdad, el universo de “fakenews”, la expansión de la mentira publica, la bulliciosa fragmentación, no sustituyen las novelas, están organizadas sobre sus sinuosos espectros. No es todavía claro si la mirada matinal a la pantalla para saber del día, en vez de abrir la ventana exterior sobre la calle “real”, es más novedosa que la decimonónica espera de la diligencia en las aldeas rurales inglesas para recibir el periódico y el folletín por capítulos. Los detallados episodios de Dickens también contaban a la gente “su” realidad y moldeaban las noticias que vivían. 

Hey you,
¿nos brindas un café?