De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española la música se define como:
“Arte de combinar los sonidos de la voz humana o de los instrumentos, o de unos y otros a la vez, de suerte que produzcan deleite, conmoviendo la sensibilidad, ya sea alegre, ya tristemente”.
Se escucha un sonido, semejante al de un avión, este se acerca cada vez más hasta que la hipótesis del terror se hace verdadera. Silencio. Pasos apresurados alrededor. Una detonación, la tierra tiembla y las almas también. Los susurros se convierten en notas altas que deambulan entre bombas, edificios desmembrados y el danzante polvo gris que baila al compás del desastre.
Este es el escenario común que enfrenta Bagdad después de una explosión. Una carnicería que se ha convertido en costumbre, actúa como recordatorio de los adversarios de ISIS y sus aniquilamientos constantes. Sin embargo, la detonación de hoy será distinta…
En medio de los escombros y la ruina, el conductor de orquesta Karim Wasfi se yergue con aire marcial para sacar a los habitantes de sus vidas marchitadas, una explosión musical se abre paso en aquel lugar, mientras los transeúntes dirigen la mirada hacia la fuente de ese sonido dulce que sus almas hambrientas anhelaban.
El canto del chelo circula contento hasta converger con sus escuchas. Se saludan y se dedican a conocerse una vez más, después de haberse olvidado por tanto tiempo la ocasión parece pertinente para disfrutar de la presencia del otro.
El hombre manipula con destreza los ritmos y tonos de la melodía que recobra a aquellos seres raptados por un secuestrador que más que buscar una recompensa, lo que desea es conquistar el mundo. Los oyentes olvidan el mundo que les rodea mientras vestigios de felicidad mojan sus mejillas, otros permanecen atentos con una sonrisa y algunos deciden que sus teléfonos sean testigos de aquel día en el que la carnicería tenía una nueva canción.
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