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metropolis fritz lang
Photo by: Karl-Ludwig Poggemann ©

La Metrópolis de Fritz Lang

Fritz Lang fue hijo de un arquitecto vienés. Como en la obra de un cineasta lúcido, la ciudad aparece bajo diferentes rostros. Espectacular y dominante, gigante y lujosa, poderosa y única, la ciudad es no sólo espacio y frontera en Metrópolis sino también espacio de meditación y resistencia. El hijo del poderoso dueño de la ciudad lujosa, quiere a una mujer. Y ella, María, edulcorada y temerosa, guía a los obreros subterráneos.

Como un continuador del romanticismo teutón, Fritz Lang ubica en el centro la figura del científico maldito que imagina una estrategia para controlar a los obreros. La razón es vil instrumento de manipulación. Lo que salva es el sentimiento genuino. De ese modo, surge la idea del robot con rostro de mujer, a partir de la puesta en marcha de una operación tecnológica. Con el alma y el rostro de una mujer (la doble y engañosa María) el robot se convertirá en esa mujer que es otra y la misma. Detrás del cuerpo dual, el científico malvado y el dueño de la ciudad planean su estratagema de dominación. Los obreros, autómatas cartesianos y penitentes, son engañados por la mujer robot. Fritz Lang introduce, entonces, la idea del autómata controlado, el robot como símbolo del dominador y del dominado, de la mujer objeto y del obrero atrapado en la lógica del consumo capitalista. Locura y desolación, maquinaria y control son los ejes simples y a la vez infranqueables de esta película anticipatoria. Nueva york, la metrópolis modelo, el ícono encubierto y fatal, se revela en los múltiples rascacielos que resoplan. Lang y Manhattan dialogan desde ese avión que sobrevuela la ciudad y que indica con mano invisible el futuro de Europa y EEUU.

¿Qué hubiera filmado el herido Lang lejos de los brazos de la fea nazi Thea Von Harbou? ¿Cuál sería hoy el guión de una Metrópolis atrapada en los tentáculos invisibles del capitalismo financiero y del fascismo?


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