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Sergio Marentes
viceversa mag

La mejor prueba de impunidad es que existamos y no tengamos que pagar por ello

Vivimos en una época en la que no debería sorprendernos que alguien le deba a la hacienda del país donde reside y factura, o que le pague, no importa, aunque sí importe, más de todo lo que un país pequeño y pobre tiene en su banco nacional. Pero también, o mejor dicho, todavía vivimos en una época en la que nos sorprende algo, y esa es nuestra salvación, o por lo menos lo será por un tiempo. Al fin y al cabo, el sorprenderse es lo que ha salvado una infinidad de veces a la humanidad de fundirse en el pozo sin fondo del olvido.

Leo en la prensa que hay un grupo de casi quinientas personas que proponen que un evasor de impuestos sea exonerado de la deuda y de la culpa por el simple hecho de ser un ídolo competitivo de primer nivel, aunque es más un fenómeno publicitario, que deportivo. La propuesta tiene, por supuesto, toda la validez que se quiera y hasta respetable podría ser, pero lo que deberíamos rescatar es el hecho de que nos quieran sorprender, por no decir vernos la cara, quienes promovieron y quienes apoyan tal propuesta, y es por esto que le doy importancia precisamente, porque me sorprendió, como lo hace a diario, la desvergüenza a veces ilimitada de la humanidad que nos tocó presenciar. Porque tuvo la osadía de hacerme sentir vivo y, todavía más allá de eso, de sentirme recién nacido, como si estuviera dando mi primer paso en este valle de lágrimas, por eso y por el hecho de darme de qué hablar es que le presté más atención de la necesaria a la noticia. Por eso salí disparado y lleno de fe en la humanidad a escribir la historia de la impunidad desde que el hombre es hombre y desde que el mundo existe.

Recién empecé y ya la abandoné, para ser coherente con el tema del que hablaría la historia. Queda a su disposición terminarla, queridos lectores escritores, luego de la primera frase que dice, más o menos, así: La mejor prueba de impunidad es que existamos y no tengamos que pagar por ello.


Photo Credits: An eye for my mind

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