La conectividad creciente pone entre paréntesis el cuerpo. La antigua res extensa queda en suspenso. Se privilegian las relaciones virtuales.
Podría decir que la sociedad pondera el espíritu y coloca en segundo plano el cuerpo. En contra del elogio que han hecho algunos filósofos del siglo XX y de la expansión de la biopolítica, el cuerpo está encerrado. En el presente se potencia la velocidad del espíritu entre los aparatos matemáticos.
El hoy es el reino de Descartes.
Los filósofos espiritualistas están felices.
El triunfo de la máquina virtual es la ridícula victoria de los espíritus.
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