Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Miguel angel teposteco
Photo Credits: Jimmy Baikovicius ©

La Mano que aprieta fuerte y los tambos de ácido

Un hombre me apretó la mano fuerte, hace unas horas; cerró los dedos para ejercer presión porque quiso lastimarme,porque su objetivo era hacerme sentir que pese a todas las peleas que tuvimos, pese a la paz que pactamos, él podía remontar y atacar a través de la vía de la violencia física.

Una gota, dos gotas, tres gotas. Una provocación, otra provocación, hasta que el estanque se desbordara y una de dos: o me hacía estallar o me ahogaba.

A donde uno vaya o se esconda, la violencia aparecerá, como una luz que se asoma, a veces tímida, a veces intensa, por la parte de abajo de la puerta.

Las cosas nunca estuvieron bien. El hombre entró en conflicto conmigo y después de un comentario que le solté de defensa, se le puso la cara roja y amenazó con golpearme.

Nadie escapa de la violencia.

No es nuevo para mí.

Estoy en una de las facultades de la C.U. en la Ciudad de México.Varios kilómetros de espacios académicos y áreas verdes. Y aquí no pierdo la idea de que alguien o algo vendrá a quemar la piel o triturar el hueso.
Son tres meses de aprender que la violencia coquetea con todos. Frente a la computadora investigo un caso de muertes, leo sobre él. El que marcará el año. Seguro.

Leo y escribo; así inició la historia: tres chicos van a una propiedad a grabar una tarea, los tres pertenecen a la Universidad de Medios Audiovisuales, y viven en Tonalá.

Allí son confundidos con miembros del Cártel Nueva Plaza, enemigos del Cártel de Jalisco Nueva Generación. Estos últimos siguieron a los jóvenes, los detuvieron en la carretera y a punta de pistola los llevaron a tres cabañas.
Después de horas de interrogatorio y tortura, uno de los estudiantes murió. Entonces los otros dos corrieron la misma suerte, asesinados sin piedad, sin contemplación, por otro cañón al servicio del crimen organizado.
El siguiente paso de La Parca fue meter los cuerpos en ácido sulfúrico y esperar a que la química hiciera lo correspondiente. Rostro, expresión, voz, piel, huesos y carne desaparecieron en una expresión más de la crueldad humana.

Mi madre me contaba de la sensación que le ronda en la mente cuando muere alguien joven.

Me dice que ella tiene el recuerdo, la sensación, de los movimientos de los hijos en el vientre.Las palabras que como madre se le dicen al bebé que se desarrolla, y el vínculo que se forma. Y se imagina el dolor de alguien que vio crecer al hijo, lo vio hablar, comer en la mesa y sonreír, y el momento en que acabó su vida, víctima de algo totalmente ajeno al amor.

Sentado en esta silla hace frío en la habitación. Y sé que no es el único caso de violencia, en la Redacción veo cada noche, cada mañana, muchos más.

En otras ocasiones he escrito sobre las jóvenes que se pierden en los taxis del área metropolitana. Niños vendidos en hoteles de Playa del Carmen. Una hora, dos, señor, hágale lo que quiera.

Pienso en un péndulo que tienta con un toque, y que al final te da. Te mata a ti o a alguno de los tuyos.

Todos, en alguna parte, tenemos la furia para acabar con la humanidad, y yo respiro y vuelvo a pensar, ¿alguien vio el túnel que vi yo antes de entrar al edificio? Fue una alucinación pequeña sobre un escape. Ojalá existiera, ojalá nadie tuviera que buscar a sus hijos enterrando una vara en la tierra, ojalá nadie intentara romper los huesos de una mano, ojalá nadie caminara con el rostro rígido. Ojalá nadie caminara mirando al cielo, sobre cemento y mugre, con la pregunta licuada en la cabeza de a quién ha matado hoy el mundo.

Ha muerto mucha gente hoy, mamá.


Photo Credits: Jimmy Baikovicius ©

Hey you,
¿nos brindas un café?