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Julieth Pantoja
Photo Credits: Circuito Fora do Eixo ©

La “Julieth Pantoja”: origen y evolución del carnaval gay

Cuando llego al atrio de la Catedral Metropolitana María Reina de Barranquilla, la fiebre de sábado por la noche de precarnaval está en su punto álgido: en unos momentos estará dando inicio en el Auditorio de Comfamiliar, sede Centro, la gran ceremonia de coronación de Diana Ardila Kopp, reina del carnaval gay de Barranquilla 2018. Víctor Ladrón de Guevara, la “Julieth Pantoja”, está sentado en la grada inferior, pero no se le nota particularmente excitado ante la inminencia del acontecimiento, luego de haber sido protagonista de las peripecias por las que atravesó este espectáculo vedado, perseguido en sus inicios y hoy deslumbrante arte y parte de nuestro carnaval, congregando a más de mil quinientos participantes de la ciudad, el país y otras nacionalidades. Viste camisa blanca manga larga, remangada a la altura de los codos y jean, prendas que, aunque masculinas, lleva lo suficientemente ajustadas como para resaltar una figura sensual llamativa, así que luce un poco andrógino. Lleva el cabello peinado hacia atrás, recogido en una cola de caballo que la alborotada brisa de enero hace oscilar a su gusto. Es delgado, tiene 48 años y se dedica a labores de estilista en un salón del Portal del Prado. Víctor creció en el barrio San José, y ha vivido muy al sur (Las Moras, Soledad) y muy al norte (Country, la 79, en Villa Santo), lo que, en sus palabras, le permite una completa visión de la ciudad y hacerse a un concepto muy personal de sus estratos, su cultura, la actitud del barranquillero promedio, del barranquillero culto y del popular. Ignorando que no fumo, acaso para “matar las manos”, como dice un poeta del Sinú, me pide un cigarrillo antes de dar inicio a esta entrevista. Le pregunto la marca y le traigo dos del mentolado azul que prefiere y, como la brisa no le permite encender, voy al semáforo y se lo prendo con el encendedor del hombre de la chaza. Empezamos.

 

Cuéntame cómo fue tu primer carnaval

Estaba por cumplir dieciséis años, en 1985, cuando me atreví a mis primeras salidas exploratorias a los carnavales. En ese año ocurrió mi primer contacto directo, íntimo con esta manifestación, concretamente en el Paseo de Bolívar. Yo viví el típico carnaval de bordillo, no comercializado como lo está hoy en día sino el popular, el autóctono, folclórico, donde primaba la creatividad barranquillera espontánea, lo ordinario pero mágico, el principio con la esencia del carnaval, cuando la Batalla de Flores bajaba por la carrera 43, que entonces se llamaba 20 de Julio, cuando las casetas en Murillo. Así que alcancé a conocer los salones burreros del Paseo de Bolívar. Allí ocurrieron mis primeras experiencias, el impacto de ver a los hombres bailando con las locas travestidas y maquilladas. Fue antes de la conformación del carnaval gay propiamente dicho, que en ese momento era un submundo vetado y perseguido, tema tabú que se movía muy por debajo, invisibilizado por una reserva, un pudor hipócrita de la sociedad. Entre los primeros recuerdos que tengo están los hombres bailando con los gays, los travestis que se vestían de mujeres en el Paseo de Bolívar. Yo no conocía aún ese mundo íntimamente, no pertenecía a él pues todavía estaba como en una exploración de pela’o de barrio.

 

¿Veías en la manifestación incipiente del carnaval gay la semilla del fastuoso carnaval que llegaría a ser hoy?

Inicialmente veía a los primeros personajes de esos desfiles como disfraces, como cualesquiera otros. Sólo hoy saco en claro que eran personas gays que hacían uso de su libertad de expresión, como se hace hoy, pero entonces todo era más elemental, incluso tosco, más artesanal. Recuerdo el disfraz de las Bollongueras, que era por antonomasia el que representaba a la comunidad gay en el carnaval de esa época: se maquillaban, se ponían todas de negro con su ponchera de alegrías* o de frutas de icopor, como palenqueras; se maquillaban muy toscamente con sus caras de macho. Eran hombres gays que no tenían esta estética que tanto ha venido evolucionando. Hoy se cuida más el fashionismo, el recurso acabado de parecer una mujer con todo lo que implica el avance científico del implante y otros. En esa época era ver una marica que parecía un hombre, pero que de pronto se ponía sus faldones, su blusita de palangana como de señora, zapatillas y que se pintaba la boca de rojo y se ponía coloretes sin ningún arte, sin ninguna estética. Algo sin embargo para mí muy mágico, tan real.

 

Entonces, ¿cómo finalmente te conectas con ese germen de carnaval gay?

Conocí en el barrio abajo a alguien que se llamaba Pablo, que era sastre. Hacía una ropa de hombre maravillosa y contaba con una muy buena clientela. Era gay, un señor ya de edad. Me mostraba fotos y prendas, accesorios, tocados del arsenal de travestis. Veía estas imágenes y regresaban a mi mente las primeras visiones de estas personas en el Paseo de Bolívar. En ese momento discerní que las imágenes que había admirado de niño y que para mí eran disfraces, en realidad correspondían a las de personas homosexuales y que ésa era su expresión folclórica.

 

¿No te descubrías ni definías aún como parte de esa subcultura?

Era todavía un niño de unos quince años. Pienso que son cosas que evolucionan y crean conciencia, identidad o sentido de pertenencia en la medida de las experiencias que uno va teniendo. Te decía que en ese momento identificaba a los personajes como tales, parte del carnaval. Y sin embargo eran ya muestras primitivas de lo que iba a ser con el tiempo el carnaval gay.

 

¿Este Pablo confeccionaba monocucos, marimondas…?

No. Él era un sastre de ropa elegante de caballero, sólo se hacía sus propios disfraces, se disfrazaba de Bollonguera. En las fotos que me mostraba no aparecía específicamente él. Recuerdo los personajes que desfilaban, personas de su edad, de su generación. Un señor ordinario, nada atractivo pero cuya personificación yo encontraba encantadora. Viéndola en retrospectiva era algo tan personal, muy verdadero, legítimo y único, muy carnaval de Barranquilla con inflexión de patrimonio, de esencia particular.

 

¿Experimentabas finalmente la tentación de involucrarte?

Ya cuando entro al mundo gay y me identifico como tal. Es todo accidental. Podía tener diecisiete (yo todavía estaba en el colegio cuando tuve mis primeras experiencias de transformismo, pues te aclaro que yo siempre he sido transformista.) Había un concurso de performance, de fonomímica en la discoteca, Crazy House que quedaba en la 41, diagonal al asilo San Antonio, a la que yo iba. Yo era amigo de Mario Aldana, su dueño y él me dejaba entrar. Funcionaban otras discotecas gays, Baco, Dunov, J.J., Troya, pero yo no tenía acceso porque era menor todavía. En una de ésas en pleno concurso yo me puse a mariquear, me vieron y les gustó lo que yo hacía. Allí se dio mi primer verdadero paso al transformismo. Comencé mi show como Rocío Jurado e Isabel Pantoja, de ésta última tomé el apellido.

 

¿Qué temas representabas entonces?

Mi primer tema fue Quiero confesarme, ya sabes (tararea, en arrobo lírico, entornando los párpados): Hoy quiero confesar que estoy enamorada/ para matar los rumores de aquella esquina. Así descubrí que tenía cierto talento para el histrionismo.

 

¿De que te disfrazabas?

(Se reclina, apoyando los codos en las gradas, se incorpora y saca el otro mentolado del bolsillo de la camisa, se lo quito y voy de nuevo a encenderlo en la esquina. Da una larga chupada, con una expresión reflexiva, aclara.) Empleo el término transformar. No me identificaba como una mujer, nunca me he identificado como tal, era una caracterización, un disfraz, y era algo todavía poco estético y muy escondido de mi casa.

 

¿Te pagaban para transformar?

Como todo el arte en Barranquilla, es igualmente mal retribuido. Aquí se pelea con las uñas, ya hablemos de teatro, ya de literatura, performance o cualquier actividad artística, pintura, lo que sea.

 

¿Cómo das el salto desde la medialuz de Crazy House?

Cuando empecé a tener algo de reconocimiento en mi show en discotecas comencé a formar parte de un grupo. Gané otro concurso en una discoteca gay más relevante, Baco, que quedaba en la 70 con 44B. El que ganaba este concurso conquistaba estatus artístico en el ambiente. Yo fui el último que lo ganó, porque después ya no lo hicieron más, con la canción Como una loba, he aquí por qué soy aún reconocido también con el apelativo de “La Loba.”

 

¿Tenías ya el personaje definido, con nombre?

Me transformaba en Julieth Pantoja. Personificaba a Whitney Houston, a Shakira, a Madonna de una forma andrógina, no ya como Julieth, sino bajo otra forma, tomando otro aspecto artístico. Quiero enfatizar: mi expresión era ya artística y aún lo sigue siendo, lo hacía imprimiendo a mi modelo un histrionismo muy personal, podía hacer de Whitney Houston, de Céline Dion.

 

¿Sigues transformándote, haciendo presentaciones?

Es un talento que la gente me ha reconocido. Hoy en día estoy seguro de ello, pienso que eso es algo que no muere, siempre está aquí latente. Fíjate que el año pasado (y tenía muchos años que no me transformaba) me pidieron que lo hiciera para el Gay Pride Day aquí en Barranquilla. Todavía estoy en el imaginario de las personas en el ambiente de los veteranos. Mucha gente que no me conocía aún, que había sólo escuchado de mi show, de mis performances, trataba de convencerme para que me presentara y el año pasado finalmente accedí. Fue una experiencia muy bonita, recordé cosas, vi gente que no veía hacía tiempos.

 

¿Esta presentación fue en el carnaval gay?

No. El desfile gay es una semana antes. En carnaval hace años que no participo. Fue en el desfile del Orgullo Gay que se hace en julio. Ese día presentaron a la que van a coronar hoy sábado, reina gay del carnaval 2018.

 

Hablemos de participación en el carnaval gay propiamente dicho.

Te cuento una anécdota. Había un grupo de personas, Lino Fernando, que en paz descanse, Carmelo Romero, también desparecido, Brigitte Pereira, Karen Taylor (Alfredo Contreras), Mary Luggy, estaba La Pili o Cecilia Orsini… ¿Te acuerdas de la película El taxista millonario?…

 

Cómo no, con el Gordo Benjumea.

Bueno. Allí sale un ballet travesti, el de Fabio Ochoa, eran los primeros travestis reconocidos, era como el Folies Bergère (cabaré parisino con espectáculos de renombre universal.) Con ellos estaba ese grupo de locas de Barranquilla, las que comenzaron a organizarse para los primeros desfiles gay. Yo iba mucho a Troya Inn Bar, un segundo piso, el de Murillo con la 41. Ellos estilistas, maquilladores de Barranquilla con relevancia nacional. Son de una generación antes de la mía y venían con un reconocimiento. El primer desfile iba a salir de aquí de la plaza de La Paz el año 1991, la reina fue Claudia Jiménez que hoy vive en Europa. Yo me vestí, era una cumbiamba y no nos dejó salir Félix María Torres, el arzobispo que estaba en esa época. Aquí en la plaza se reunieron, era un grupo muy reducido todavía, haz tú cuenta, apenas quince personas que íbamos a Troya, más unos conocidos de los barrios que iban a la discoteca. En total menos de treinta personas. Fue un sábado de precarnaval, la plaza estaba todavía en obra negra. Fue el génesis de los desfiles gay, el primero que iba a salir, y lo organizaron Lino Fernando, Carmelo Romero, Brigitte Pereira, Karen Taylor, Mary Luggy y los dueños de Troya. Entonces llegó la Policía y nos hicieron dispersar. Pero el sábado siguiente nos convocaron otra vez. Este primer desfile salió de la 72 con 44. Bajamos toda la 74… ¡eso fue apoteósico!, todas de Cumbiamberas, en el trayecto fueron metiéndose caravanas de carros, la gente montada en los capós, y no había policías. Pero cuando estábamos llegando a Murillo con la 41 vimos un camión de la élite (cuerpo Élite de policía.) En el camión montaron a las locas y se las llevaron. Después las trajeron otra vez a la discoteca. Yo tenía amigos que me iban a ver y me llevaban mi ropa de hombre. Echamos a correr, yo corriendo por toda la calle quitándome peluca, falda y todo; los amigos míos recogiendo las cosas detrás de mí, y era “toma el pantalón, toma la camisa.” En fin, alcancé a refugiarme en el baño de un estadero. La anécdota de este día es que se me habían quedado los zapatos de hombre en la casa de un amigo que me maquilló, donde me había cambiado. Quedé, pues, vestido de hombre, la cara roja y descalzo. Y así me fui para la discoteca. Los dos primeros desfiles (1991, 1992) fueron de cumbia y el tercero (1993) fue un Garabato.

 

¿Hubo arrestos en ese primer desfile del carnaval gay?

Sí. Se llevaron a Lino Fernando (Rosa Paulina), a nuestra reina, las más esplendorosas con sus vestidos maravillosos. A Lino Fernando y a Carmelo los vestía Alfredo Barraza, te puedes imaginar el nivel del vestuario. Lino y Carmelo atendían a la esposa del coronel de la Policía así que comenzaron a llamar y los soltaron. El sábado siguiente volvimos a salir al desfile, esta vez sí, con apoyo de la Policía. El año siguiente, mucho mejor. Las demás discotecas empezaron a sacar su combo. Lino era estilista, sacó la cumbiamba y el Garabato gay. En el segundo desfile todas íbamos de garabato. Así durante cinco, seis años. Después dejé de ir. El último en que actué ya estaba bajo la organización de Jairo Polo, que es el que tiene hoy en día la organización del carnaval gay como tal y su recorrido fue desde la 72 hasta Siete Bocas, que es adonde está llegando actualmente. Los vestidos, diversificados, a elección de cada una. Yo salí de Hawaiana. El carnaval se fue masificando, hoy en día es grandioso, como sabes, viene gente de Europa con disfraces fastuosísimos.

 

Protagonistas.

Estaban la Kora, que ya murió, María Víctoria o la Brayan, Mariluchy Correa, Dubys Yepes, la Pimpollo Carolina, Rosa Paulina (Lino Fernando, ya murió, fue lamentable la forma, lo mataron a cuchillo), Karen Taylor (Alfredo Contreras), Rubén Rico, Cristal la Bella (hace mucho no sé de ella), Zulay Carbonell, pionera en los desfiles, la Fiorucci (fallecida), Sussel Orsini, reina del carnaval gay, vive en Europa, su diseñador Aquiles Haydar, ejerce su profesión en Bogotá, es activista, miembro de una Fundación de apoyo a la población con VIH), Grace Caro (conmigo como Julieth Pantoja, inolvidable dúo, interpretábamos Azúcar moreno, además de los shows individuales

 

Apariciones en Batalla de Flores, Guacherna

Al principio había reticencia de los dueños de la Guacherna para que los gays participaran, pero en ese maremágnum en que la gente se va metiendo siempre salía una que otra. Sí, recuerdo que estaban John Pantoja, la Karen, Leonardo, la Gata… otros que han muerto. Después se organizó un grupo gay y salían en bloque. Hoy ya tú ves que salen en la Guacherna, claro que sí. En cuanto a los del camión del cuerpo Élite, entérate yo terminé saliendo con uno de ellos.

Son las diez de la noche cuando damos por terminada esta entrevista. La brisa arrecia y Víctor me convida a ir a la coronación de la reina de este año, Diana Ardila Kopp. Llegamos y ya él no es más Víctor: para todas es “La Loba.”


*Dulce típico del Caribe colombiano elaborado por mujeres del palenque afro a base de millo tostado en roseta y caramelizado con miel de panela.


Photo Credits: Circuito Fora do Eixo ©

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