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Camila De la Fuente

La historia de una constante abandonada

Música típica, olores a tortillas, señores que venden una cantidad de globos inimaginable que llenan el ambiente de color, vendedores por doquier, una plaza llena, artistas y músicos borrachos y familias paseando. Así se percibe el ambiente un sábado cualquiera en Coyoacán, cuando el sol se asoma para regalarnos un día azul y sentarnos en aquellos bancos verdes que abundan en el lugar. Un sábado familiar ordinario, donde uno lamentablemente, muchas veces, va sin expectativas de encontrarse con algo nuevo.

Nos sentamos a comer en un restaurante que ofrece comida estilo italiana-mexicana, donde nos dejaron acomodarnos en los bordes de la plaza. Me tocó sentarme en el puesto de más afuera, donde la mayoría de los vendedores se acercaban a sus potenciales clientes, muchos de ellos siendo niños menores de 8 años que nos hacían ojitos para que les regaláramos una moneda. Todos muy parecidos, causándonos una lastima terrible al pensar que un niño tiene que dejar de ser niño para sobrevivir.

Pero luego, de lejos pero enfrente, vi que llegaba un abuelito de barbas largas y blancas, al mejor estilo de Santa Claus. El señor llevaba puesto un sombrero y un saco negro, con una camisa de cuadritos roja. Pero lo más llamativo no era su ropa, que parecía la de abuelo de comercial, sino sus lentes. En ellos, sobre uno de los ojos, tenía medio cartón de un rollo de papel de baño, en el cual, muy ingeniosamente, había colocado el vidrio de una lupa. El señor tenía en sus manos un caballete y unas cajas de madera.

– ¡Que cuchi ese abuelito va a pintar! No lo puedo creer… que viejito tan cómico. – comenté a mi familia. A todos nos llamó la atención, pero yo fui quien se quedó mirándolo, muy curiosa, para entender qué iba a hacer aquel misterioso abuelito que saludaba a quien le pasaba por enfrente.

De sus cajas empezó a extraer diferentes artefactos que no encajaban con la idea que me había forjado de él en un primer momento. Entre ellos unas pequeñas esculturas de triángulos, cuadrados y círculos, cada una en diferentes tamaños. Luego fue sacando unos carteles que llevaban impresos unos colores y sus explicaciones con fórmulas. Finalmente, extrajo un cartón, que es el que me rompió el corazón y me sorprendió: “Doy clases de geometría. Me estoy quedando ciego, ayúdenme.”

El panorama cambió por completo para mí. No era un abuelito cualquiera que estaba de paseo en Coyoacán. Era un abuelito que no se la estaba pasando nada, nada bien.

El señor estuvo 3 horas parado, esperando a que alguien se le acercara a por lo menos echarle un ojo a sus carteles de geometría. Nadie le hacía caso. De vez en cuando alguien pasaba y le dejaba una moneda, pero no se paraban a ver lo que decían los carteles.

Cada minuto que pasaba me iba angustiando más. No puede ser que a nadie le importe. No puede ser que a los que venden cigarros, pulseras, comida, se les acerquen todos y en cambio este señor que ofrece lo más importante –conocimiento- no tenga ni una persona que lo escuche.

Después de pasar toda la comida observando a este señor, ignorado por el mundo, vi cuando se le cayó su bastón y la cesta donde tenía tres monedas y como le costó recogerlos. Iba a pararme a ayudarlo. Sí, iba. Pero no pude contener la tristeza y empecé a llorar. No sé que me pasó. No suelo ser una persona llorona, menos en lugares públicos.

Después de ir a lavarme la cara, con mi mejor sonrisa me acerqué al abuelito abandonado para pedirle que me diera clases de geometría por 10 minutos. Antes de que empezara su explicación, me puse a leer sus otros carteles. Entre ellos había uno en el cual estaba una foto vieja con al lado, dibujada, una flecha que señalaba: “mi esposa y yo hace 30 años”. Otro cartel pedía ayuda para sobrevivir porque los genios se están extinguiendo en el mundo.

-“¿Qué quieres saber?” – Me pregunta

– “No sé. Algo que me pueda explicar en 10 minutos” -respondí, lamentando no tener más tiempo

– “¿Cómo no vas a saber qué quieres saber?” -Responde el abuelito

– “Algo sencillo de explicar” -le comento

– “Entonces te explico lo más difícil. Porque lo más difícil lo explico de manera sencilla y lo más sencillo de manera difícil”. Contesta rápidamente el señor.

Le sonrío y comienza a explicarme sobre los colores, su expansión, forma y combinaciones. Cómo estos son detectados por nuestra mente y cómo nos afectan. Que hay unos que van con la naturaleza y otros que son artificialmente creados. Todo me lo explicó con ejemplos que tenían que ver con las estrellas y la psique humana. Me encantaría haber grabado su explicación, para la cual se iba guiando con los carteles que lo acompañaban.

Después de pasar 10 minutos con este curioso personaje, que me explica paso a paso sobre geometría, le pregunto cómo se llama.

Me señala el cartel en el que había escrito “Me llamo πer.”

Sonríe, me mira y responde: “¡me he robado la constante más famosa para mi nombre!”

Después de dejarle algunos billetes, que espero que lo ayuden en su difícil día a día, entendí que al final el dinero no era lo más importante para este curioso abuelito. Darle su tiempo a alguien para ser escuchado, probablemente haya sido lo mejor del día de πer. Transformar al fantasma de Coyoacán en un ser vivo, apreciar sus estudios e inteligencia, escucharlo así sea solamente durante 10 minutos, fue el mejor regalo para el abuelito que pronto y tristemente, dejará de ver los colores y las formas que dan sentido a su vida.


Photo Credits: Camila de la Fuente Sandner

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Irene Sandner
Irene Sandner
8 years ago

Camila me encantó , y en especial lo que ese personaje te enseño , ser cada día mejor persona . TQM

Nora de la Fuente
Nora de la Fuente
8 years ago

Hermoso Camila y lo que te pasó lo heredaste de tu abuelita Cora, ya te contaré algún día porque te digo esto!
Besos tqm
Tía Nora

JUAN RAMON ARAUJO
JUAN RAMON ARAUJO
8 years ago

Buen día. Tienes un gran valor humano del sufren todos los buenos artistas y es la Sensibilidad. Que nadie nunca te robe eso. Te felicito. Muchas veces en el remolino de la vida y en esta Postmodernidad nos percatamos de que existe un mundo alrededor que sufre y efecto nos ponemos a llorar al ver que algunas cosas son como la vida viajando por estaciones de tren que no podemos cambiar. Gracias por querer cambiar y mejorar el mundo con tus creaciones. Saludos desde Venezuela.

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