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Don Camaleón
Harrys Salswach - ViceVersa Magazine

La experiencia de leer: Don Camaleón

Como animal político definió al hombre Aristóteles hace poco más de dos mil trescientos años. Este calificativo lo diferenciaba de aquellos seres que no se constituían dentro de las ciudades (no hay política fuera de la ciudad, son instancias constitutivas una de otra) o que no lo necesitaban, como los dioses. Se sumaba a esta definición el logos, más que lenguaje claro está, y que reunía en sí la ley y el conocimiento. Viene a ser que veinte siglos después, un escritor de inteligencia, ironía y lucidez feroz, haría volar por los aires no solo aquella definición sino la propia condición del hombre. A saber, al menos de una forma divertidísima y no menos descorazonadora.

El autor de Don Camaleón (Tusquets, 2015) Curzio Malaparte (Prato) fue un escritor e intelectual controvertido, complicado, complejo y fascinante. Acompañó al socialista creador del fascismo, Benito Mussolini, en la Revolución de Octubre de 1922, para luego ser uno de sus más venenosos renegados, y terminar siendo católico y comunista cuando la muerte acechaba; hay que añadir que iniciarse políticamente en el fascismo para acabar como comunista (o viceversa) es un recorrido tan corto como cambiar de asiento en el metro; este Céline italiano de lengua desatada y vibrante retrató las más horrorosas consecuencias de la devastación totalitaria europea en un libro cuyo nombre remite a lo destruido, a lo hecho añicos: Kaputt.

En la novela cuyo protagonista es el reptil saurio que será educado por el propio Malaparte y Sebastiano, su bibliotecario, aquella devastación sangrienta donde la crudeza y la barbarie campean por el mundo, se verá desplazada hacia terrenos morales y políticos que darán cuenta de otra debacle: la de la Razón y la Virtud. En un encuentro fortuito entre Malaparte y Mussolini, ambos a caballo por alguna pradera, Il Duce insta a su amigo a que eduque para ser humano al camaleón que le acaba de caer en el hombro. Malaparte acepta el encargo dando así inicio a una sátira política mordaz y filosa que se tomará la sentencia aristotélica a chanza.

Don Camaleón tiene la facultad de asimilar los libros de la misma manera como se mimetiza con el ambiente, así que con solo descansar sobre los libros hace suyos los contenidos, desde los clásicos hasta los ilustrados franceses, este nuevo actor de la política italiana, será educado hasta emanciparse de sus guías para instar a la sociedad a un cambio irreversible en su organización política. Como si Don Camaleón quisiera una constituyente.

La biblioteca de Malaparte bajo el cuidado de Sebastiano será mimetizada por el cuadrúpedo en su totalidad, haciendo de este un camaleón culto, de recursos retóricos impecables e imbatibles, hará en fin de él, un hombre en pleno derecho, aunque con cola, del ejercicio público hasta lanzarse a la contienda política protegido y auspiciado por aquel que, en palabras de Lenín, era “en Italia, el único socialista capaz de guiar al pueblo hacia la revolución: Benito Mussolini”. Cuando el comunismo es nacionalista se le llama fascismo. Don Camaleón irá enfrentándose a todas las facciones de poder en una sociedad desmoralizada, descoyuntada, fracturada moral y espiritualmente, cuyos miembros han hecho del arribismo, el oportunismo y la hipocresía la norma para acomodarse según soplen los vientos del poder. Y ufanarse de ello.

Al menos, Don Camaleón responde a su propia naturaleza cambiante, maleable, quizás sea el único que se conoce a sí mismo, es portador de una única certeza: su ambigüedad; el resto, revolucionarios, liberales, intelectuales, escritores, obispos, cardenales, el clero en general, y las masas enloquecidas como nunca antes por un dictador carrilludo, son impulsadas por el envilecido embrutecimiento y los apetitos ruines y perversos de la ambición. Quizás Don Camaleón sea más el alter ego de Malaparte que la propia conciencia de Il Duce; tampoco es descabellado ver en Don Camaleón un carácter colectivo, si tal cosa existe.

Don Camaleón fue una novela publicada por entregas a la manera de los folletines hasta que la prohibió el propio Mussolini quien se vio afectado por el retrato que de él hacía su otrora compañero de ruta en la Marcha sobre Roma, Malaparte. Llegó a decirle en un encuentro personal que los escritores lo trataban muy mal, y de esto se hace eco el propio Malaparte para increparle la cobardía a aquellos escritores que se plegaron o sucumbieron ante la dictadura o se exiliaron mientras que él escribió y publicó en vida de Il Duce esta manifiesta crítica a su figura y régimen.

El discurso que se lanza Don Camaleón en el congreso, en defensa de sí mismo y de su propuesta para darle corpus legal a la revolución serán las páginas más brillantes de esta hilarante y corrosiva novela, una que da cuenta de la descomposición política de toda una sociedad que se ha despojado, que ha extraviado, que ha abdicado a todo signo de humanidad para ser animalidad, para solo responder a las necesidades inmediatas a las que está instada para su supervivencia: “No podía haber mejor representante de una revolución basada en la arbitrariedad, la violencia y el atropello de las libertades constitucionales que un camaleón”.

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