“No hay que desesperar, Güneş, a veces encontrás lo que buscás en sitios inesperados”, le dijo Ada.
En Sultanahmet, el distrito histórico más famoso de Estambul, Güneş quería visitar Hagia Sofía, la antigua basílica ortodoxa del período bizantino (537 d.C.) convertida en mezquita por los otomanos. Símbolo de la quintaescencia estambulita, le atraía tanto por su historia como por la posibilidad de contemplación estética y espiritual. Pero al llegar al sitio, Ada y Güneş encontraron filas kilométricas de turistas. Ella ya había conocido a la Santa Sabiduría en tiempos más tranquilos y él no tenía ánimo de visitarla de forma atropellada y multitudinaria.
Prefirieron visitar Sultan Ahmet Camii, la Mezquita Azul (1616 d.C.), más de un milenio más reciente que Hagia Sofía, pero impresionante con su gran cúpula azul y seis alminares que se elevan sobre los alrededores y apuntan hacia el cielo. Mientras la admiraban desde el patio exterior, escucharon el adhan o llamado a la oración y debieron esperar a que los fieles musulmanes pudieran hacer sus oraciones en paz. Esto le permitió a Güneş prepararse para ingresar con espíritu de respeto, incluso de reverencia.
Sin embargo, al entrar se encontró con otra pequeña decepción. El interior de la Mezquita Azul se encontraba en restauración. Apenas se podía visitar un espacio muy reducido y los andamios y tarimas de las obras sólo permitían vistas parciales de los techos de la gran cúpula y las semicúpulas que la rodean. De todos modos, la belleza de la caligrafía en letras doradas de las inscripciones coránicas y de los azulejos de las columnas lo conmovían. Pero había demasiada gente conversando, fotografiando y moviéndose como para que la experiencia tuviera sutileza espiritual.
Salieron. Las filas kilométricas para entrar a Hagia Sofía parecían aún más largas. Ada le sugirió alejarse y caminar hacia Kapalı Çarşı, el Gran Bazar. Güneş se resignó a que aquel día sería más turístico y comercial que contemplativo.
Entonces la vida trajo su sorpresa. De camino al bazar se encontraron con la mezquita Nuruousmaniye Camii (1755). Era de “arquitectura barroca” según los rótulos informativos. Pero no reconocieron lo barroco. Más bien, la influencia europea les pareció clásica por el equilibrio, simetría y relativo minimalismo del diseño. Sea como fuere, la mezquita era bellísima y casi nadie entraba. Al parecer, a los turistas las guías no les decían que ese era un sitio que debían ver y, por lo tanto, no lo notaban. Seguían de frente rumbo al bazar.
Entraron. Desde el patio interior, en forma de polígono regular, apreciaron cómo los dos alminares apuntaban hacia el cielo. Ada, de alma pagana, encontró a un gato blanco, un sultán albo en medio del patio de mármol, y se fascinó. Güneş, de fe ortodoxa griega, empezó a sentir la quietud necesaria para vivir un momento de gratitud por las bendiciones del Agape, el impulso amoroso y creador que permea al cosmos. Según piensa, la humanidad llama a ese impulso por muchos nombres. Agape es uno de ellos.
En el recinto interior de la mezquita apreció el contraste entre las paredes y columnas de mármol ceniciento, los ventanales con diseños geométricos en colores primarios y las inscripciones doradas sobre fondo negro que, supuso, citaban versos del Corán. Pero más que admirar la belleza estética de la mezquita, se deleitó en el momento de paz que la vida le regalaba.
Cuando regresó al patio poligonal, Ada notó el cambió en su semblante y resumió en una sentencia el granito de sabiduría vital que Güneş había descubierto.
Salieron de la mezquita y encontraron el Nuruosmaniye Kapisı, uno de portales más antiguos (1461) del Gran Bazar. Güneş ingresó al mercado con ánimo renovado, agradecido por el momento que había vivido.
Photo by: Kyle Magnuson ©