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paola maita
Photo by: Pato sin charco ©

La cuerda floja

En shibari, cuando una persona ata a otra, tiene que mantener la cuerda tensa, al menos en la sección que está más próxima al que está siendo atado. La intención de esto no es para hacerle daño al otro con la presión de la cuerda, sino que busca mantener la conexión viva entre las dos personas.

Si la cuerda esta floja, el modelo se te va, dice H.

Si la cuerda esta floja, el modelo se te va. Cuerda floja, modelo ido. Floja, ido. Me repito mentalmente la frase, mientras la hago incluso más corta, que no es lo mismo que hacerla más sencilla. Mientras mis dedos recorren la cuerda para aprender a hacer algunos nudos, sigo pensando en mantener la tensión. 

Físicamente, tengo que coordinar el movimiento de las dos manos para saber hacia dónde tirar la cuerda, a dónde la quiero llevar, por dónde tiene que pasar en el cuerpo de aquel que tengo enfrente… Mentalmente, me sigo cuestionando cómo  mantener el equilibrio entre tensar la cuerda para que el otro no deje de percibir mi presencia, y no hacerle daño.


En mi WhatsApp hay varias conversaciones archivadas. Dos de ellas, son personas con las que espero un día retomar algún tipo de relación amistosa como la que tuvimos en otro momento. Otra es con una persona de mi vida en Venezuela que insiste en escribirme periódicamente. He decidido archivar la conversación para no bloquearle, pero que tampoco pueda verla cerca de las otras que me interesa mantener presente.

En el primer escenario, soy yo la que insiste en mantener la tensión de alguna forma en la cuerda que me une con estas personas. En el segundo, es el otro el que insiste en recordarme que su extremo de la cuerda sigue tenso.

El shibari no solo me interpela físicamente, sino que emocionalmente me recuerda que estoy unida a muchas cuerdas, unas veces siendo yo quien no la suelta, otras a quien no quieren soltar. Es un paralelismo tan evidente, que me es imposible de ignorar. 

Hace mucho tiempo que deseo soltar la tensión en las cuerdas que me atan a personas con las que tengo poco o nada en común. Silencio grupos en WhatsApp, ignoro algunos mensajes con un tiempo prudencial… Aflojo la cuerda y el otro la tensa. Al mismo tiempo, entro alguna vez a las dos conversaciones de las personas a las que desearía tener el valor para escribirles. Ellos han aflojado, pero yo tenso. 

Quizás en algunas relaciones, ambos extremos de algunas de mis cuerdas se aflojarán y nos terminaremos yendo. Daremos un salto al vacío del olvido, y pretenderemos que nunca estuvimos atados. También existe la posibilidad de que haya cuerdas que no se suelten nunca porque alguno de los que estamos involucrados no sea capaz de llegar a dar el salto al vacío que la desata. Sea como sea, todo está en la tensión de la cuerda.


Photo by: Pato sin charco ©

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