El otro día mientras esperaba en la fila para pagar un servicio, una persona invidente me tropezó con su bastón y me hizo recordar a “Juan”, un señor que asistió a un show de Stand Up que hice en San Telmo.
Aquello ocurrió hacer unos tres años, cuando desde una parrilla en el barrio porteño de San Telmo contrataron un show de comedia. La idea era armar un espectáculo para entretener a los comensales que iban al establecimiento a degustar una tira de asado, chinchulines, morcillas y obviamente los chorizos.
En aquel show me acompañaron dos grandes amigos y comediantes Sury y Garufa. En el caso de Sury es el argentino más venezolano que conozco (creo que podría darle pelea a Domingo Mondongo), y Garufa, quien es un enfermo del fútbol, que adora al Club Huracán con todas sus fuerzas.
Cuando llegamos los tres al local nos recibió el dueño, un tipo muy buena onda quien estaba con su familia, y cuando digo su familia es que estaba acompañado por sus hijos pequeños, la esposa, la mamá y hasta la abuela.
El propietario del lugar nos dio algunos lineamientos, por no decir que “nos bajó línea”. Aquel hombre nos pidió que no habláramos de: drogas, licor, fútbol, política, rock, violencia, nada de chistes contra quienes comen carne, y tampoco de veganos, vegetarianos, y tampoco de religión; pero de resto podríamos decir “lo que se nos cantara”. (Se ve que el hombre no había leído el libro “Disparen al humorista” de Darío Adanti)
Pero eso no fue todo, en el lugar no había escenario sino unos pallets bastantes desprolijos y el micrófono se mezclaba con la música de fondo y con el celular de quien tomaba los pedidos. Así que no era raro que mientras decías un chiste, por la misma corneta que te escuchaban, se oyera también “sale media porción de vacío”, sin duda era un quilombo hermoso, pero aun así hicimos el show.
Y por si no era suficiente Boca Juniors había ganado esa noche un partido importante, por lo que su hinchada estaba por doquier festejando. De hecho, mientras estábamos haciendo nuestra rutina más de una vez fuimos interrumpidos por el sonido de cornetas, vuvuzelas y otros artilugios futboleros.
Finalmente, y para ponerle la guinda a la torta, mientras yo estaba haciendo mi parte, entró al local una persona muy borracha, con lentes oscuros gritando “viva Boca” y pidiendo que le dejáramos cantar una canción. Yo paré lo que estaba haciendo y le pregunté al hombre: Hola, ¿Cómo te llamas?
Y el hombre me contestó
– Soy Juan y quiero cantar una canción.
Así que arreglé con él lo siguiente:
– Juan hagamos algo, yo termino mi parte y tu te subes a cantar una canción ¿Dale?
– Trato hecho- me contestó Juan.
Acto seguido le pedí al público un aplauso para Juan, y fue ahí cuando dije la frase más desafortunada que he dicho en mi carrera:
– Demos un aplauso a Juan que nos vino a ver…
Me pareció raro que la gente no aplaudiera y que mis compañeros Sury y Garufa casi se desmayaran… Resulta que Juan era ciego, y no me había dado cuenta, ergo, no podía pedir un aplauso “Porque nos vino a ver” …
Sin embargo, Juan aplaudió, se rió y después del show se acercó y me dijo:
– Te felicito, te vi muy cómodo en el escenario y me reí mucho.
Fue así como a través del humor logré que un ciego me viera… Si eso no es un milagro, entonces no sé lo que fue.
Ilustración por: Alexander Almarza ©