Mi ciudad no es casta, tiene hendidura.
Tiene un río que no desemboca, se esconde, sangra, huele.
Tiene una montaña impía que se desnuda ante pintores y poetas.
Una montaña excéntrica que se pone la cota bajo la falda.
Mi ciudad me lleva a codazos con el tiempo.
Se baña en gasolina barata y se pone collares negros.
Mi ciudad tuvo un cochero que se murió bailando y dejó historias que no me son ajenas.
En las tardes de mi ciudad se entrecruzan zamuros/ y guacamayas, extraña convivencia de selva y asfalto, de carroña y vuelo alto.
Cerca de la esquina de Catedral, escuché estas letanías:
-por aquellos quienes tienen que aprender a volver a dormir solos. Ruega por ellos
-por aquellos quienes dicen adiós a Cádiz. Ruega por ellos
-por aquellos quienes no pueden reír. Ruega por ellos
-por aquellos que se han olvidado de mí. Ruega por ellos
-por aquellos que nunca aprendieron a amarrarse las trenzas de los zapatos. Ruega por ellos
-por aquellos que tosen. Ruega por ellos
-por aquellos a quienes se les enferma un hijo. Ruega por ellos
-por aquellos quienes se comen las uñas .Ruega por ellos
-por aquellos a quienes se les mancha la piel con carare. Ruega por ellos
-por aquellos quienes se desvelan escribiendo. Ruega por ellos
Mi ciudad tiene una nube negra sobre ella.
Espesa, turbia, lenta, lista para llorar.