Arnold Schoenberg ha hecho entrar la historia en la armonía y nos ha mostrado que la armonía es un sistema histórico, mudable, sujeto a cambios ciertamente imprevisibles.
El capitalismo ha estandarizado los modelos estéticos. Vivimos, desde hace tiempo, con la impresión de que el sistema armónico está regido, como casi todo, por las reglas nítidas del mercado. Mientras no salgamos del realismo capitalista –Mark Fisher dixit–, la armonía seguirá los patrones del régimen económico y social. Aunque sea la más formal de las artes, la producción musical responde a lo más rancio del ríspido liberalismo. Si seguimos así, la idea de Schoenberg –el sistema armónico es histórico y mudable– se quiebra: el sistema musical se estancará por el freno de la estética oficial del realismo capitalista y tendrá las pautas del presente monótono y mercantil.
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