El troley forma parte del paisaje urbano de Jerusalén. Detrás del tren suele ir un pequeño auto de policía. En cada una de las estaciones hay soldados hombres o mujeres que portan ametralladoras. La vigilancia es una marca de la ciudad.
Una mañana veo que el tren va más lento de lo habitual. Volteo y detecto que un conjunto de personas le hablan a una anciana que va exactamente delante del troley. Ella avanza en una silla eléctrica de ruedas por el carril del tren. El conductor del troley saca la cabeza por la ventanilla y dice algo que no alcanzo a escuchar. Seguramente le pide a la anciana que salga del camino que componen los rieles. La anciana, impertérrita, no escucha o simula no oír. A medida que se mueve con su silla de ruedas unas mujeres le advierten que corre peligro y que debe correrse. Pero ella no hace caso. Férrea, sigue su camino voluntarioso y utópico.
La anciana es más poderosa que las armas y el ejército. Doblega la voluntad de todos con su silla de ruedas.