Ulises está obsesionado con volver a Ítaca. En el viaje, pierde la memoria. Amnésico, rueda de un lugar a otro. No puede recordar el camino de regreso. Se desespera. La calma le llega en medio del mar al divisar una inesperada isla. Se instala allí. Ve en la arena unas figuras. Cree que son Penélope y los suyos. Habla con ella y le cuenta la historia de su viaje, la peripecia imaginaria.
Ulises no tiene conciencia de su estado. Por eso, solo comercia con sombras, evanescencias. Son sus propios fantasmas.
Nunca regresa.
Años después, muere solo, anciano, perdido en el océano arrollador del olvido, convencido de que Penélope lo atiende hasta el minuto final.