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willy wong new york
Photo Credits: Giacomo Carena ©

La 5ta

Ella tiene algo que roba mi atención desde hace más de veinte años. Cuando la voy pensando, antes de siquiera aproximarla, un torrente de glamour nubla mis neuronas. Cuando la abordo, con el primer y sutil contacto de las extremidades, la fantasía del lujo se aproxima levemente a la realidad. Su estructura corpórea –larga y vertical, que cruza de punta a punta la isla de lo inimaginable– me sorprende con sus recintos culturales, oníricas bogas y medieval religión. Su olor –mezcla de cemento con brisa de río y de mar– transporta mis sentidos a la modernidad inconstante y al deseo de mantenerme, a costa de todo, en el estado del arte. Su luminosidad, tanto de día como en las fases nocturnas –y quizá más durante estas– desequilibra el posible balance que haya conseguido entre lo material y lo espiritual.

Ella, la que me alborota desde que exploraba mi adolescencia, es la 5ta, la pasmosa vía que se alimenta con las piezas arqueológicas más presuntuosas de la historia de la humanidad. La excéntrica senda que construye su alma, segundo a segundo, con las creaciones de los magnos genios de la moda vanguardista. La inclusiva calle en donde la imaginación se concibe para llegar a billones de seguidores y consumidores. Ella, mi desvelo consciente hasta la fecha, es la 5ta Avenida, la zona ancha y mágica que no sólo sobrepasa los 100 años, sino también los corazones de quienes hemos hecho de Manhattan la utopía del domicilio. Ella, la nombrada como la estrada más cara del mundo, mi amante enamorada, es la que con estilo y atrevimiento único engalana la indomable y adictiva ciudad de New York.


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