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esteban ierardo

Katyn, y el asesino infinito

Katyn. Katyn. Katyn.

¿Te dice algo ese nombre, Vasili? ¿O Kalinin? Mejor es no recordar, ¿verdad? No creo que nunca hayas estado en el incómodo lugar de la culpa. ¿Es así? Por ahora, caminas por las calles de Moscú. Luces preocupado, ¿Pero esa preocupación es por un dolor físico, o por el acecho de los fantasmas?

Tendría que ayudarte a recordar, Vasili…

Era la segunda guerra mundial. En el cielo rugían los aviones cargados de bombas; en la tierra, cada vida valía menos que la otra. Matar era tan elemental como el respirar. Para sorpresa del mundo, la esvástica y la hoz y el martillo habían acordado el Tratado de no agresión, ese pacto de cuervos en la noche hambrienta, firmado por Ribbentropp y Molotov, en agosto de 1939.

La tierra polaca se dividió en dos. Primero, una parte se quebró entre Stukas y panzers, entre la soledad de las madres polacas y sus hijos muertos; la otra mitad, cayó bajo por la garra soviética. Al desplome de la resistencia de la Polonia invadida, le siguió la captura de miles de polacos, entre militares y civiles.

Los prisioneros fueron enviados a Koselsk,  cerca de Smolesk, y a Kalinin y Járkov. ¿Empiezas a recordar, Vasili, mientras no cierras todavía tus ojos helados? Tan helados como ese personaje con un desierto en los ojos: el verdugo. Ese verdugo que por pedido de sus superiores organizó una operación sistemática: silenciar a miles, miles, miles, y asegurarse de que ya no vean ninguna estrella ni respiren el viento.

El verdugo gustaba de las purgas, eran su verdadera felicidad. El jefe de la NKVD (1) le envío la orden, ratificada por el que llamaban el hombre de acero. Al verdugo le exigían rapidez y eficacia. Esa tensión era parte de su religión, de su entrega al partido, del problema del enemigo.

Durante 28 noches el verdugo y sus hombres se encargaron personalmente de liquidar una molestia. Un estorbo compuesto de miles de hombres, cada uno con sus experiencias únicas, propias, intransferibles, colmados de sueños y deseos, de anhelos de los labios de la novia o la esposa, del abrazo de las madres y las hermanas, de las caricias del hijo. Vida y más vida.

La molestia fue encerrada en las prisiones oscuras. Algunos de los capturados intuían y callaban; otros gritaban y reclamaban; su desesperación les impedía entender la noche en marcha.

Y el verdugo se preparaba para su obra. Gozaba con solucionar él mismo el problema. Se colocaba un delantal de carnicero, unos guantes de cuero hasta el hombro, y gorro.

Y el acto necesitaba de una organización de la escena. El verdugo esperaba detrás la puerta, en un recinto pintado de rojo para disimular la sangre; con paredes acolchadas para el aislamiento acústico; y un piso de hormigón con leve pendiente hacia un desagüe. Una cámara siniestra, especialmente construida. No había advertencia. Despedida. Oración. Un último lamento.

Y el verdugo esperaba detrás de la puerta.

Detrás, oculto, se acercaba por la espalda a un desdichado traído por los guardias. Y, sin vacilaciones, el verdugo le disparaba en el cuello, en la base del cráneo. Uno por uno, hasta superar más de siete mil ejecutados. Durante 28 noches de sangre, balas, y vidas sacrificadas, con eficacia industrial, entre borracheras de muerte, murciélagos en las esquinas, y palas abriendo las fosas para los entierros masivos.

Katyn. Katyn. Katyn, Vasili.

La desesperación en tus gestos viene del dolor del cuerpo, ¿verdad? No puede ser por otra causa. ¿O tu padecimiento tiene otro origen? Mientras averiguo eso, te recuerdo que el verdugo eligió con mucho cuidado su arma, la que usó con toda disciplina e insensibilidad en miles de asesinados.

Al verdugo le gustaba una pistola Walther alemana, modelo 225ACP, porque no quería la pistola soviética T-T30; ésta era demasiada pesada y necesitaba algo más liviano. Y además la Walther era de empleo común en los policías y agentes de la inteligencia alemana, excelente detalle para hacer responsable de los crímenes al enemigo alemán si los cuerpos acumulados en las fosas eran finalmente descubiertos.

Como de hecho pasó.

El 22 de junio de 1941 comenzó la operación Barbarroja. La invasión alemana a Rusia. Al año siguiente, miembros de la Organización Todt, constructora de armas y obras de ingeniería al servicio nazi, compuesta por prisioneros de guerra, judíos deportados y desertores, trabajaban en una autopista, cuando un campesino les informó de que en los bosques cercanos había grandes tumbas.

Los prisioneros esclavizados colocaron una cruz de abedul para indicar el sitio. Después, todo se olvidó. Pero los lobos llegaron entusiastas al lugar.  Removieron la tierra. Un destacamento alemán se internó en los bosques de Katyn para eliminarlos.

Entonces encontraron la cruz de abedul, y muchos huesos desenterrados por los lobos. Un médico forense determinó que se trataba de restos humanos. Al remover más el suelo, se descubrió una inmensa fosa común (2).

Sigues sin recordar Vasili, sospecho.

Mueves tu cabeza en señal de negación. Todos lo hicieron en su momento: los nazis negaron toda participación, pero se sospecha que pudo existir una velada complicidad con la matanza; el gobierno aliado de Roosevelt negó toda responsabilidad rusa, y hoy algunos estiman que esa actitud fue encubrimiento.

Pero fíjate Vasili: hoy, con triste certeza, se sabe que los ejecutados fueron soldados de distintos grados del ejército polaco, desde soldados rasos hasta almirantes y generales, policías, y muchos civiles de la intelectualidad polaca, compuesta por profesores, artistas, historiadores, todos bajo la acusación de ser espías, saboteadores, o terratenientes, dueños de fábricas, funcionarios públicos y sacerdotes cristianos. Todos enterrados en Katyn, y otras fosas (3); todos ejecutados desde una primera propuesta del Lavrenti Beria (4), y luego convertida en orden por Stalin. Miles de ellos despojados de la vida por los disparos del verdugo.

Y esta es tu noche, Vasili. Esta noche en la que caminas dolorido, confundido, por las calles de Moscú. A pesar de todo el esfuerzo que hice, sigues sin recordar. Pero sí tienes muy presente tu retiro. Stalin murió en 1953, y luego cayó Beria; y ese Jruschov y todo su empeño desestalinizador; y entonces te despojaron de tus condecoraciones y de tu rango. Esto te abatió. Te sumió en el alcoholismo. Y ahora entiendo tu andar tambaleante, tu mirada perdida, un precipicio en tus gestos.

Es por eso, no podría ser por otra causa, por el dolor por la pérdida de tu rango y tu retiro forzado, ¿no Vasili? Mientras un polaco más, avanza hacia la puerta. Antes de la guerra se enamoró de una bella joven en un pueblo, cuando todo termine iría con ella para construir una cabaña, vivir de la tierra, cultivar jardines, criar hijos, y compartir los años de la vida y el tiempo, esperar algunos días, fugaces, de discreta felicidad. Pero todo desapareció con una bala final, con los murciélagos revoloteando en las esquinas, mientras el verdugo solo sentía que jalaba un gatillo, y tumbaba otra molestia para arrojar a la fosa, llena de frío y olvido, solo visitada por el viento y los lobos.

Y el verdugo terminó su acto en 28 noches consecutivas, más de 7000 asesinatos; alrededor de 300 asesinados durante diez horas cada noche de intensa matanza, un preso asesinado cada tres minutos. Y algo muy occidental, los récords Guinness, calificó después aquella faena criminal como el récord mundial del “verdugo más prolífico de la historia”, el verdugo de la NKVD, el máximo asesino serial de todos los tiempos. El asesino infinito. Vasili Blojín (5).

Morirás mañana, Vasili Blojín, no por un tiro en tu cuello. Pero ya sé, Vasili, si ahora caminas desolado y aturdido en tu última noche por Moscú no es por ningún agobio de la culpa. Solo te pesa haber perdido tu rango.


Citas 

(1) El comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la ex Unión Soviética, su policía secreta, antecesora de la KGB.

(2) Luego del descubrimiento de la fosa, llegaron testigos independientes para verificar el macabro hallazgo. En principio los británicos creyeron que todo era un montaje nazi para desprestigiar a los aliados soviéticos. Mientras que los nazis intentaron usar el hecho para atizar la propaganda anti-soviética, al tiempo que la URSS culpaba a los seguidores de Hitler de la gran matanza. Los polacos, por su parte, no confiaban en los soviéticos. Por eso el gobierno polaco en el exilio rompió relaciones diplomáticas con Moscú, en 1943. La Unión Soviética negó todo hasta 1990. Entonces, Mijaíl Gorbachov reconoció oficialmente que la NKVD fue la perpetradora de la masacre, y avaló la revelación con documentación desclasificada, asumiendo la Masacre de Katyn como “uno de los grandes crímenes del estalinismo’. En 2012, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictó sentencia por la que la matanza de Katyn fue declarada crimen de guerra, con más de 21.000 polacos muertos. Las investigaciones sobre la masacre fueron frenadas en 2004 por Vladimir Putin. Las relaciones entre Polonia y Rusia siguen oscurecidas por las huellas de Katyn.

(3) Además de las fosas de Katyn, se encuentran las fosas de Bykivnia, cerca de Kiev; las del pueblo de Miednoje, cerca de Tver, antes llamado Kalinin, y las fosas comunes de Piatykhatky. 

(4) Beria fue el jefe del servicio secreto, de la NKVD.

(5) Vasili Blojín nació en 1895, y murió en 1955, según algunas fuentes por suicidio, según otras por un infarto. Mayor general del ejército soviético, el principal verdugo de la NKVD estalinista durante las administraciones de Guénrij Yagoda, Nikolai Yezhov y Lavrenti Beria. Durante el gobierno de Stalin, Blojín organizó un equipo de verdugos que ejecutaron o supervisaron varias masacres, principalmente durante la Gran Purga y la Segunda Guerra Mundial. Les dio muerte a miles de prisioneros con sus propias manos, incluyendo la matanza de unos 7.000 prisioneros de guerra polacos dentro de la masacre de Katyn aquí referida, en la primavera de 1940. Pero se estima que pudo haber matado, por sus propias manos a más de 20000 personas, entre ellas, el famoso Mariscal Mijaíl Tujachevski, y sus antiguos jefes Yagoda y Yezhov. Verdugo y máximo asesino de masas de la historia registrada.​ Fue pasado a retiro tras la muerte de Stalin. La causa oficial de su deceso, en 1955, es suicidio con arma de fuego. La causa seguramente no fue la culpa, sino la caída del poder. Pero en ningún caso debe entenderse que la responsabilidad de Blojín fue solo individual. Su proceder fue una pieza dentro de una estructura colectiva.

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