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Kate del Castillo
Kate del Castillo The Way She Spoke

Kate del Castillo, la voz de las ausentes

Apenas una mesa, un par de sillas y un muro de ladrillos. O una luz difusa que se posa suavemente sobre el escenario, resaltando apenas volúmenes y sombras. Eso es todo lo que necesita Kate del Castillo para recrear las voces de decenas de mujeres desaparecidas, que nos hablan desde distintos ámbitos sobre aquellas circunstancias cotidianas que las envolvieron en vísperas de su silencio definitivo, cuando todavía podían pronunciar palabras y eran capaces de imaginarse un mundo por delante.

El drama de las miles de mujeres desaparecidas en Ciudad de Juárez —que podrían llegar a cuatro mil, según propias estimaciones de las organizaciones mexicanas de derechos humanos—, comienza con una puerta que se abre, y aparece una mujer joven, bella, ataviada con un abrigo de media estación, un paraguas y un bolso de mano. Al ingresar, mira a su alrededor con cierta precaución, tratando de anticipar el futuro que la espera.

La protagonista es una aspirante a actriz y está asistiendo a una audición de lectura de un libreto teatral que reposa sobre la mesa, un texto que esconde en sus páginas desgarradores testimonios que poco a poco irán desbordándose hasta ocupar dimensiones desconocidas, como si estuviésemos asistiendo a una liquidación del tiempo y del espacio, instalándose más bien en su lugar un universo donde lo que fue, sigue siendo todavía, y donde lo que estuvo, aún permanece.

Al autor del libreto, en cambio, nos lo imaginamos sentado en una de las sillas, atento a las reacciones que su obra provoca en la joven actriz. Sin que lo veamos en el escenario, impone sin embargo su presencia invisible a través del relato que su amiga devora, sin que ella intuya el torbellino que la espera.

Conforme avanza en la lectura del libreto, la protagonista asiste enmudecida al paulatino despojo de todas sus certidumbres, como si ingresara a los ámbitos gravitacionales de una galaxia desconocida, donde prevalece un hueco negro que anula circunstancias y convicciones. Incapaz de escapar de esas enormes fuerzas magnéticas, el espacio escénico empieza entonces a reconstruirse en otros ámbitos paralelos y simultáneos, y empezamos a escuchar voces de mujeres que nos llegan desde el pasado, imbuidas de incógnitas presencias, pero que en realidad ahora vuelven a ser lo que fueron: allí están otra vez, volviendo a la vida después de tanta muerte.

Y de pronto, suprimida la cotidianidad y plenamente instalado el espacio de la recuperación de la memoria, comienzan a ocupar la atmósfera escénica por lo menos once personajes que asoman con sus propias historias reprimidas y desde ese punto de encuentro, allí donde emergen distintos seres con sus mismas voces, las circunstancias de las desapariciones de esas mujeres de Juárez empiezan a crear en el escenario un movimiento telúrico de enormes dimensiones, pero ninguna de ellas se queda para siempre en el centro del escenario, como si otras placas tectónicas pugnasen por asomar a la superficie con el propósito de permitir que surjan otros relatos, todos ellos conmovedores. Y así ocurre.

Las desaparecidas nos dicen su nombre, nos cuentan sus vidas, conversan con sus amigas, hablan con sus padres, salen a las calles, recuerdan sus sueños, recorren sus últimos pasos, se acuerdan de sus últimas palabras.

La protagonista, esa joven aspirante a actriz que acudía a la lectura del libreto de un amigo suyo con la esperanza de conseguir un rol en una obra teatral, al final de esa extenuante experiencia, poco a poco abandona ese universo paralelo donde puso en riesgo todas sus convicciones. Y al terminar ese exorcismo de fuerzas oscuras, como si fuese una ceremonia casi ritual de auto liberación, deja sobre la mesa esas páginas que dieron vida a múltiples voces desconocidas.

Pero al regresar al espacio de su propia cotidianidad, después de absorber en su conciencia una realidad desconocida, luego de enfrentar las dimensiones de esos episodios trágicos, abandona la sala, recoge sus pertenencias, mira a su alrededor, como si todo hubiese sido una pesadilla innombrable, vuelve a mirar por última vez la misma mesa, las dos sillas, la pared de ladrillos, la luz tenue, ve por última vez a su amigo, el autor de la obra, cierra la puerta y sale a la calle, y se suma otra vez a la muchedumbre, aunque hoy ya no es más ella misma. Se ha convertido en todas ellas.

Kate del Castillo en “The Way She Spoke”, desempeña exitosamente uno de los roles más exigentes de su carrera profesional, siendo una de las actrices más importantes del cine y la televisión latinoamericana. Los retos que enfrentaba Kate, al aceptar este rol, eran múltiples. En el teatro, por ejemplo, su experiencia ha estado confinada a interpretar distintos papeles en obras originales o adaptadas al español y esta es la primera vez que su inmersión creativa se produce enteramente en una lengua que no es la suya.

En efecto, uno de los retos más intensos ha sido interpretar “The Way She Spoke” enteramente en inglés, apropiándose con naturalidad de los giros idiomáticos coloquiales, creando un entorno sonoro legítimo, lleno de inflexiones propias del habla popular americana. Kate del Castillo es hoy, probablemente, una de las pocas actrices latinoamericanas capaces de realizar lo que se llama el cruce o crossover, esa capacidad de sumergirse con la misma naturalidad en dos o más lenguajes o culturas, sin perder eficacia o capacidad de representación en ninguno de ellos.

Hoy, en esta obra que se ha convertido en un éxito de público en New York, Kate interpreta sola a varios personajes, y cada uno de ellos tiene su propia textura dramática, lo que nos revela una actriz en pleno dominio de sus recursos actorales, capaz de precipitar emociones diversas, creando a su vez atmósferas distintas al servicio del relato.

La variedad de sus propuestas interpretativas le permite generar personajes verosímiles, sin necesidad de recurrir al cliché o la complicidad con el facilismo. Aquí todo es trabajo actoral puro, esfuerzo físico, mental, disposición muscular, y una escala de tonos de voces que recorren espacios tan distintos como cimas o precipicios dramáticos.

Escrita por Isaac Gómez, y dirigida por Jo Bonney, “The Way She Spoke” calza perfectamente con el compromiso social que Kate del Castillo ha asumido a lo largo de su carrera: ser la voz de marginales y desposeídos, la imagen de la nueva mujer latinoamericana.

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