Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
arturo serna
Photo Credits: Richard P J Lambert ©

Kant, el flâneur y los freeganos

Los cínicos son ciudadanos sin fronteras: van de ciudad en ciudad. No tienen patria ni hogar. Son ciudadanos de cualquier lugar: luchan contra el sistema que fija normas obtusas.

En el otro extremo, está el filósofo Kant. El alemán circula todos los días por el mismo camino. Va del trabajo a su casa y viceversa. Le dicen el reloj de Konisgberg. Es puntual y único. Su caminata es idéntica a la regularidad de un autómata.

Entre el cínico y el monótono Kant, está el flâneur de Benjamín. Camina sin rumbo por una ciudad. Se opone a la caminata direccionada del lugareño. De alguna forma, encuentra placer en el azar del recorrido. Se interna en la multitud y desde ahí encuentra su lugar. Conoce la lógica del consumo pero no busca comprar todo lo que ve. En cierto sentido, es anticapitalista. Pero no procura hacer la revolución. En todo caso, camina solitario y es una fantasmagoría, como dice Benjamín, un espejismo. No rompe con el sistema –como los cínicos– pero se aparta del ritmo veloz del consumismo.

Habría que retomar el modelo desviado de los filósofos perros. Si la sociedad es portadora del inevitable veneno del consumo, necesitamos apartarnos de las reglas invisibles de la repetición capitalista. Kant es un ejemplo de sujeto fiel a la regla. El flâneur elige el azar para dislocar el sentido. Pero tarde o temprano cae en la telaraña del sistema. No puede vivir en un loop del azar: si lo hace ingresa en la irregularidad completa y en una forma de la locura.

Herederos involuntarios de los cínicos, los freeganos pueden ser vistos como una forma moderna del antisistema. Se valen de los desechos, regulan la ingesta, utilizan de nuevo las piezas sueltas, arreglan bicicletas, pregonan un comunismo sencillo, tratan a las cosas menos como bienes que como herramientas prescindibles. Sin la utopía ilusa de los ecologistas buenos, los freeganos ejercen un modo contemporáneo de la vida alejada del reflejo consumista. No me refiero a la vuelta al primitivismo hippie ni a la ilusión de la vida “al natural” ni a los elogios mediocres de los snobs que niegan la tecnología. Los freeganos son solo un destello, un indicio. En ellos está la chispa de la oposición necesaria al capitalismo. Tenemos que actualizar la ruptura cínica. Quizás ahí encontremos una salida a la melancolía hiriente del liberalismo ingenuo.


Photo Credits: Richard P J Lambert ©

Hey you,
¿nos brindas un café?