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Javier Dzul

Javier Dzul: el cuerpo es el árbol de la vida

NUEVA YORK: El baile le confiere poder, su cuerpo transmite un magnetismo que hipnotiza, y cada uno de sus músculos se transforma en la letra de un vocabulario universal. Javier Dzul, coreógrafo y fundador de la compañía Dzul Dance, lejos del escenario es muy distinto. Es un hombre tímido, de hablar calmado y un español que brota con la dulzura y las pausas de los idiomas aprendidos. Recordamos sus espectáculos, experiencias que involucran sensaciones, emociones y sentimientos y en ese silencio que anticipa la entrevista percibimos la fuerza de un arte a la cual estuvo destinado desde que nació: la danza.

Originario de Edzná, pueblo maya en México, sus padres, chamanes ambos, le enseñaron a sobrevivir en la selva, a conectarse con la naturaleza, a aprender de ella, a comunicarse con los animales, a escuchar el viento y a olfatear la lluvia cuando todavía es una promesa. En ese entonces su nombre era Wayol Kikin Bi Kukul Balan que significa Hijo de la Luna Jaguar-Serpiente emplumada.

Tiene 16 años cuando sale de ese mundo fuera del mundo en el cual no existen televisión, ni libros, ni computadoras, sino una milenaria cultura que se transmite oralmente y a través de las experiencias. Lo hace obedeciendo a una decisión dolorosa que toman sus padres al ver como se desmorona el espacio en el cual crecieron y conscientes de la necesidad de abrirle horizontes y dejarle volar. El director del Museo de Antropología de Veracruz, quien los visitaba a menudo, un día vio a Dzul efectuar una danza ritual y quedó tan impresionado por la versatilidad de su cuerpo que le aconsejó seguir estudios en esa disciplina.

“El impacto con México fue muy duro – comenta Dzul –el español era una lengua desconocida, todo era demasiado distinto, me sentía discriminado. Integrarme no fue nada fácil. Peor todavía fue para mis padres porque yo, aún entre tantos miedos y dificultades, tenía un gran deseo de aprender, quería entender porque la gente se viste, porque hay espejos, porque hay televisión, radio, libros. Sentía una gran curiosidad hacia ese universo tan distinto del que yo conocía”.

Javier DzulLa danza lo ayudó a salir adelante, el cuerpo le dio los instrumentos para hablar y expresarse. Estudió en la Universidad de Veracruz y lo aceptaron en el Ballet Folclórico de México y en el Ballet Nacional.

A medida que se integraba en la nueva cultura y en la vida de las ciudades, ese ser que había crecido hablando con la naturaleza se fue quedando en silencio.

“Me convertí en un captador de ideas diferentes, de otro tipo de imágenes y figuras. Mis sentidos se fueron cerrando, ya no era necesario adivinar donde está el agua o conocer los poderes curadores de las matas. Otras eran las habilidades que se requerían así que las viejas quedaron encerradas dentro de mi aunque nunca se perdieron”.

Y en ese encierro pudo protegerlas de la banalidad de quienes se acercan a las culturas indígenas con la presunción de la superioridad o con la necesidad de encontrar maestros a toda costa y experiencias trascendentales. 

Es un viaje largo el que realiza Dzul en este nuevo mundo, antes en México y luego en Nueva York, una ciudad que representa otro cambio, otro idioma, otros retos. Sin embargo esos cambios fueron menos difíciles de los que vivió en su mismo país. “Cuando llegué aquí ya era un bailarín, sabía entender y expresarme a través del vocabulario del movimiento”.

En Nueva York baila con compañías importantes como las de Martha Graham y Alvin Ailey, se sumerge en el mundo de la danza y se dedica a aprender.

“Pero en un determinado momento de mi carrera entendí que ya no me satisfacía lo que estaba haciendo”.

Su cultura maya volvió a aflorar y en cuanto pudo comenzó a constituir su propia compañía. Nace así Dzul Dance, grupo con el cual se permite volver al pasado, libera al ser que había quedado encerrado dentro de sí, deja que su cuerpo recupere los conocimientos aprendidos en la infancia y adolescencia y se conecta nuevamente con sus huayes y con la naturaleza.

“El recuerdo de las experiencias que viví en mis primeros años vuelve como un sueño. La vida maya regresa a mi y la transformo en coreografías para que el lenguaje universal de sus mitos y leyendas llegue a todo tipo de personas”.

Entrenado para ser un bailarín ritual Dzul recuerda: “Mis padres me enseñaron que el cuerpo es el instrumento a través del cual el universo se une con la tierra y nos permite desatar fuerzas y elementos de la naturaleza. Desde muy joven he podido vivir la sensación de la energía del Universo en cada parte de mi. Tuve la suerte de ser entrenado como un bailarín ritual, como una persona que usa su cuerpo para transformarse y crear magia y a eso he dedicado toda mi vida. Alguien o algo me escogió para esto y es lo único que deseo hacer”.

Ver a Dzul en el escenario es una experiencia inolvidable. Hay momentos en los cuales deja de ser un hombre para transformarse en un animal, un árbol, un dios. Cada músculo de su cuerpo asume vida propia y parece moverse al ritmo de una música muy íntima. La energía que de él se desprende se adhiere a la piel del espectador, lo obliga a sentir, a alejarse de la racionalidad para entrar  al mundo de lo imaginario. Todo su cuerpo se mueve con una armonía innata, los movimientos más increíbles parecen sencillos. Pero no lo son. Para lograr un dominio tan minucioso de su cuerpo, Dzul tuvo que superar pruebas muy duras.

“Mis padres me enseñaron a dislocar mis coyunturas. Aprendí a controlar huesos y músculos. Para lograrlo tuve que superar dos rituales muy duros. Ambas experiencias las viví cuando tenía entre siete u ocho años, es decir cuando el cuerpo todavía tiene suficiente flexibilidad. El primer ritual prevé que te dejen colgado de las axilas a un árbol durante mínimo 30 días. En ese tiempo no comes nada y bebes el agua de la lluvia. Tu cuerpo y tu mente entran en otra dimensión, tienes visiones, tu mundo cambia.

El otro es un ritual maya que también recuerdo como un sueño. Los mayas creen que hay una serpiente muy grande, llamada Wacah Chan, que vive en una cueva. Para que tu cuerpo aprenda a descoyuntarse e igual a moverse, te atan de manos y pies y te llevan a esa cueva. A los 7-8 años eres todavía suficientemente pequeño para que la serpiente pueda engullirte. Lo hace a partir de la cabeza. A medida que te devora y comienza su proceso digestivo empieza a romper todos tus músculos y huesos. Durante ese proceso, tienes que aprovechar los momentos en los cuales la serpiente traga aire para desatar los nudos de manos y pies. Luego, para salir, tienes que invertir el movimiento de la digestión que trata de jalarte hacia el interior de la serpiente. Es gracias a esas experiencias que hoy puedo controlar todos los músculos de mi cuerpo”.

Experiencias que ha transformado en sugestivos espectáculos de danza como pudimos apreciar en su última trilogía titulada “Trilogía del árbol de la vida” que se divide en “Alma del Maya”, “Kuxan Sum” y «Wacah Chan, la serpiente de dos caras”.

“Mi trabajo comienza siempre a partir de una leyenda o de un mito maya. Es como sumergirme en mi subconsciente, en esa esfera de los sueños en la cual dioses, espíritus, seres humanos y animales se unen y se conectan con el universo. Para mi última trilogía me inspiré en la creencia maya según la cual el cuerpo humano es el árbol de la vida. Sus pies están en Xibalbá, espacio que para algunos es el inframundo y otros el lugar donde van los chamanes durante sus trances para ver desde allí lo que está pasando y lo que pasará, el torso está en el mundo y la cabeza en el cielo. En la coreografía cada movimiento indica las conexiones entre el árbol de la vida, el ser humano y el animal protector, el huaye”.

Los huayes de Dzul son el jaguar y la serpiente, dos animales importantes que protegen a personas muy especiales. “Antes de nacer el niño los padres reciben señales que indican cuál será su animal protector. Por ejemplo el huaye de mi hija mayor, que tiene 25 años y es una bailarina de mi compañía, es el mono. Ella tiene una agilidad increíble, mucha fuerza en los brazos y logra realizar acrobacias aéreas con gran facilidad”.

Javier Dzul

Son tres las hijas de Dzul, la segunda, de 21 años, estudia para ser chef y pasa mucho tiempo con su abuela para aprender las recetas maya, la tercera, de 14 años estudia ballet clásico.

Al hablar de las enseñanzas que le trasmitieron sus padres y que hoy aplica en la danza Javier admite sin titubeo: “Tanto mi padre como mi madre son las personas que más he admirado como bailarines, como creadores. Muchas veces los contemplé en sus rituales, vi como se alejaban, sentí la energía que de ellos se desprendía y que llenaba el espacio a su alrededor, observé el fuego y los seres que de él surgían. No sé si eran reales o imaginarios, lo que sí sé es el poder que de ellos emanaba, su transformación”.

Cada uno de los integrantes del cuerpo de baile de Dzul Dance tiene un control impresionante de su cuerpo y logra movimientos y acrobacias que parecieran imposibles. Son bailarines de todo el mundo y sin embargo cuando están en el escenario se transforman en un único ser. “¿Cómo lo logras?”

“Ha sido un trabajo gradual – dice Dzul con una sonrisa – poco a poco la compañía ha ido cambiando y transformándose en lo que yo quería. Pude realizar coreografías que surgieran de los rituales y del movimiento maya. Los bailarines empezaron a darse cuenta de este cambio y hoy son orgullosos de ser parte de Dzul Dance. Una de las cosas que hacemos siempre, antes de subir al escenario, es un círculo a través del cual creamos una energía que nos conecta. Los integrantes del cuerpo de danza sienten que hay algo mágico y que tienen que trabajar como grupo. Cada uno sabe que puede contar con el apoyo de todos en cualquier momento, porque no existe espectáculo sin imprevistos, y ellos están conscientes de que no solamente hay que trabajar con el cuerpo sino también con el corazón y con la energía”.

– ¿Qué significa hoy para ti ser maya?

Javier, Wayol Kikin Bi Kukul Balan, Dzul, una vez más se aleja en sus recuerdos, en su interior.

Lo que aprendí es lo que me da fuerzas cuando me siento débil, es lo que me mantiene vivo y me permite seguir bailando a pesar de la edad. Ser maya para mi representa un reto. Quiero mostrar lo que aprendí de esas tradiciones antiguas que me formaron, quiero que otros las conozcan, las respeten y las aprecien. Deseo transformarlas en un lenguaje universal y que mi cuerpo y mi danza sean los instrumentos para que esa voces antiguas hablen.

Sin duda lo logra. Basta con ver a Dzul en el escenario para sentir la magia de la armonía y escuchar el eco de esas voces que lo escogieron a él para quebrar el silencio del tiempo.

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