“Wo es war, soll ich werden /
Donde ‘ello’ era, ‘yo’ debo advenir”
Sigmund Freud.
La interpretación que dice que It (2017) versa sobre el paso de la infancia a la adolescencia, cruzando por una línea de traumatismos, se ve con mayor claridad cuando trazamos un mapa de ciertos momentos de Beverly. Esta ruta inicia cuando la vemos comprar tampones: un momento de duda e inseguridad, que a medida que avanza la escena se torna en perplejidad (como si estuviese ante algo de otro mundo –del universo de donde vino Pennywise, quizá-), y se continuaría con la inundación de sangre que ocurre en su baño. Después de eso, se suceden alusiones a la fijación vampírica de Beverly.
En este caso, se podría decir que el miedo -que It representa y del cual se alimenta- es la figura de la madurez expresada en la menarquia. Pavor y confusión ante la sangre íntima. Por eso, no pasa desapercibido que el último punto de nuestro mapa de Beverly sea el momento en que besa a Bill, después de que el Club de los Perdedores se ha enfrentado a Pennywise. En esa escena vemos que la sangre de Beverly vuelve a aparecer, pero en esta ocasión es de una manera más sosegada, casi romántica, e inscrita en un contexto de elección amorosa, de estima propia y reconocimiento del otro. La feminidad de ese momento podría ser leída como el triunfo contra el miedo, que es lo extraño –“Eso”-, y la conciliación con este: el pavor no desaparece, pero se asume. Así, vemos como Beverly pasa de la infancia a la adolescencia, cruzando por It, que no es sino el trauma.
No obstante, esta perspectiva no agota las interpretaciones que podrían realizarse en torno al significado de Pennywise y la travesía en la que forzosamente se embarcan nuestros protagonistas. A mi parecer, hay algo todavía más profundo e íntimo (tanto como el propio refugio del payaso) que trata de decirnos el monstruo de King. Creo que la película habla sobre la hermenéutica del Sí-mismo que se halla en la invención freudiana, donde el terror es el vértigo de llegar a conocerse a sí mismo.
Para Freud, médico neurólogo, la Consciencia no se equipara a sus contenidos: allí donde hay certeza no hay realmente verdad. Esto se debe a que la Consciencia no es una sola instancia de claridad, sino que esta se halla partida en tres “lugares” o sistemas: el Consciente, el Preconsciente y el Inconsciente. Para esta lectura de It, interesa el último nivel, donde se alojan el Ello y el Superyó: las pulsiones primarias y el principio del placer, junto con las normas de socialización y el principio del deber. Esta es la novedad de Freud: colocar a un mismo nivel nuestros instintos más básicos y nuestro hacer moral más elevado. Todos son elementos que se hayan interiorizados, sedimentados y enraizados desde nuestro nacimiento y mediante nuestras primeras interacciones con el mundo; con la familia, sobre todo, que es la instancia de socialización primaria.
Para decirlo de seguida, Pennywise, en esta lectura, es la manifestación acuciante del Ello. No pasa desapercibido que la traducción de “It” sea “Eso”, pero también “Ello”. Las coincidencias son varias: Ello vive en el fondo no visible de la ciudad, como oculto a simple vista, habitando bajo lo más superficial; Ello emerge primero a través de signos (el globo, la mujer deforme, las fotos, el niño calcinado…); las pulsiones que habitan en el Ello, son inaprehensibles: de este solo se pueden conocer sus representaciones, así como de It solo vemos la multitud de aspectos que toma, por lo que podemos dudar de que la imagen del payaso sea sincera (podemos pensar que nunca hemos visto cómo es Pennywise en realidad). Esto, por nombrar algunas relaciones entre Ello e It.
En el extremo contrario –como algo que podría pasar bajo la mesa-, se ubican los otros antagonistas de la película: los padres. En este caso, son antagonistas no porque se constituyan en villanos, sino porque son contrarios a la misión de nuestros héroes: continuamente, se oponen al viaje del Club de los Perdedores y se presentan como obstáculos para ellos. Si tanto Pennywise y los padres se encuentran, al menos en este punto, como similares, a un mismo nivel, no sería descabellado afirmar que estos últimos operan como un Superyó: las normas de socialización primaria que dictan el deber, aun cuando este implique dejar el goce, las metas propias y la realización personal. El caso dramático sería el de Berverly, donde su Superyó y su Ello conspiran de distinta forma para acabar con ella.
En todo caso, nuestros sujetos, los protagonistas, se hallan en medio de una disputa (intrapsíquica), en la que It y los padres, Ello y Superyó, tiran de ellos para adueñárselos.
Con este terreno como base, resta decir, entonces, de qué trata la película.
A mi parecer, lo que se plantea en It es el recorrido por las representaciones del Inconsciente, un viaje a través de lo oculto de la ciudad, en la que aparecen diferentes formas de los miedos más íntimos: las formas de Pennywise como representaciones del Inconsciente. Se trata de un recorrido que pone de manifiesto a Ello y, a través de este, a los padres en una naturaleza más radical y que, de otra forma, hubiese permanecido oculta. Esta visión la podemos tener claramente cuando el Club de los Perdedores empieza a descender a las cloacas: ingresan a la parte subterránea de su ciudad, donde habita It, Ello, con toda su carga pulsional.
Aquí es donde podemos hablar de una hermenéutica del Sí-mismo: recorrido trabajoso por las figuras de nuestros “lugares”, una arqueología de nosotros mismos para darnos sentido a través de conocer lo que somos detrás de nuestras manifestaciones más patentes.
Por ello, It se constituye en un viaje tortuoso para el reconocimiento de sí mismo. No se trata de acabar con los miedos ni asesinar a los padres: se trata de conciliarse con estos, y reconocerse a sí mismo en ellos a la vez que estos mismos son reconocidos. It como proceso de saber quién soy.
Ya en un ensayo titulado Lo consciente y lo inconsciente (Fondo de Cultura Económica, 2003), Paul Ricoeur, hablando de Freud, se pregunta, entonces, cuándo se alcanza la madurez: si es cuando se sustituye la posición afectiva privilegiada de la madre o cuando uno es capaz de dar sentido a su vida. En el film ocurren ambos momentos: el Club de los Perdedores se explora y transfiere su relación fundamental a sus amistades. Vemos que al final de la película, el Club hace un pacto de sangre, que sella la sustitución del vínculo sanguíneo establecido por azar con la familia, a otro, también sanguíneo, pero escogido. (Sobre la complicidad de esta nueva relación, no se hablará aquí).
Por todo eso, la madurez en It no es solo armonizarse con los temores, sino reconocer las representaciones de las pulsiones, entendidas como el resorte de lo que somos, y la conciliación del sí consigo mismo: Bill, Beverly, Ben… se armonizan con y en ellos.
Para terminar, solo queda decir si los protagonistas estaban realmente amenazados por Pennywise: si este no era sino la representación de sus pulsiones, ¿qué tanto daño podría hacerles? It no solo es la manifestación de lo oculto Inconsciente, sino que, por eso mismo, es también la prueba del desconocimiento. Es la sombra de la indiferencia que puede desdibujar los contornos del individuo, el cual no logra reconocerse y por ello desaparece (como si el desconocimiento se lo hubiese tragado). Explicito: si la película habla sobre el reconocimiento de sí mismo, la amenaza es el desconocimiento de sí: no saber quién soy, no reconocerme, y, por ello, desvanecerme en mí mismo. No es sino tras afrontar la tarea que es Pennywise que sobreviene el reconocimiento: un proceso que nos hala hacia atrás, nos empuja hacia adelante y de vuelta atrás, como si estuviésemos en una cinta de Moebius.
Descifrado de sí mismo, desocultamiento y descubrimiento del yo a través de un camino oscuro, tortuoso y conflictivo, cuyo recorrido es motorizado por Pennywise, que corre tras los sujetos, amenazando con dejarlos en las sombras del desconocimiento y hacerlos desaparecer (o “flotar”, como si estuviesen vaciados de contenido).